Ni la nostalgia de los árboles,
ni el húmedo cantar de la hierba,
ni el silencio de la risa nocturnada,
ni el eco de los alientos enfrentados,
ni la montaña desnuda, perdida la piel,
ni la ausencia, el miedo, la falta de asidero,
la alegría, el grito, la pérdida del sentido,
ni el frío borbotar nocturno del agua;
nada.
entrada anterior