Hoy me he acordado de ti,
solo intentaba ponerme un café
todavía adobado en las garras
de ese sueño que, por no ser,
ni es sueño ni es ná.
No es que no me haya acordado antes,
es que hoy, casi dormido,
ha sido algo puntual,
como rayo de vida,
una luz que ha iluminado
un movimiento rutinario
despejando la cuchara del café,
pelando sus bordes
para no desperdiciar nada,
y de repente, ahí estabas,
riendo, como siempre,
casi niños, que solo reíamos;
reía yo, reías tú,
y reír era lo que hacíamos,
y luego nos tocábamos,
como si de primeras veces,
que lo eran,
como si de primeras cosas
y la lluvia sobre nosotros,
y seguías riendo,
y no me dejabas irme a casa
porque te daba igual el frío,
me obligabas a pegarme a ti,
y tú a mí,
y te reías,
y yo también,
empapado de todo,
empapado de ti,
la lluvia, el no frío,
la vida y la que no vivíamos
porque solo vivíamos mientras
estábamos solos,
los dos,
bajo la lluvia,
a merced de los elementos nerviosos,
creo que celosos
de vernos allí,
plantados,
abrazados,
riéndonos de ellos,
riéndonos de todo,
riéndote tú,
besándote yo,
tocándome tú,
retenido en la forma natural
que teníamos de no sentir nada,
salvo la piel,
los labios,
los ojos,
la risa,
¡siempre la risa!
Hoy me he acordado de ti,
y no es que no me acuerde,
pero hoy ha sido un rayo de luz
venido a través del tiempo
a raparme las penas,
a recordarte riendo,
que es como siempre te recuerdo.
Y yo me reía,
y yo me río;
me sigo riendo.