Los otros

por M.Bardulia
Poesía en Bardulias: los otros

Y entre todo este ruido de mordientes,
en mitad de toda la barahúnda,
de las ganas de unos por superar,
de las ganas de los otros por estallar,
del pobre que piensa que llegará,
del rico que solo pide más, más,
de todos los que, presos sin refugio,
en mitad de la tormenta, se esconden,
callan, disimulan, duermen, se pierden
por no tener que sufrir dolor de aire,
el sentir erizado de las calles,
entre todas las señales del odio,
me encuentro sumergido por el miedo,
en la terrible soledad del tiempo,
en la muerte vacía del silencio
que nadie entiende ya por qué quisimos,
que nadie se preocupará por volver
a intentar, a tratar de revolver
las madréporas de la sinrazón,
una idea, un sentido, un corazón
que nos devuelva al susurro perenne,
mutilado por dinero y poderes,
que vivos nos lleve al sueño presente,
al recordar futuro de una idea
mayor, grande, brillante y rediviva,
que nos permita, al fin, gritar de rabia
a los que callamos por convicción,
a los pasos que siempre van detrás
preguntándose, en rozagantes dudas,
preguntándose dónde encuentran todos
tantísimas y fáciles certezas,
cómo es posible que alguien vea y mire
y solo encuentre verdades desnudas,
entre tanto color por rehacer,
entre los grises del profundo espacio;
cómo es posible, vivo, no dudar,
cómo es posible olvidarse de amar,
de amar hasta el fin del último olvido;
cómo es posible la irrealidad
de que el otro no soy yo, ni yo el otro,
ni tú ese uno, ni todos nosotros,
de que en este terroso espacio breve,
de que en la irrelevante y corta tierra,
menos relevante que el menos exótico
de todos los quarks que fueron exóticos,
valgan más los rincones que la piel,
que una mano, los ojos y los pies,
la boca y la peor de sus sonrisas,
tu voz y el crepitar del corazón;
cómo no hurgarnos hasta acariciar
el alma sensible, de ideas llena,
de quién , ajeno, creemos lejano,
de quien no es, si no, y contra tu dios
y el mío, el suyo, invisible y de nadie,
una extensión de nosotros, los otros,
una prolongación arborescente
de nuestra jugosa insignificancia,
reflejo humano de la realidad.
Cómo es posible que tantos otros griten
en contra de unos, y unos de otros,
cómo es posible que aún nos matemos,
que aún en los odios nos supuremos,
los odios de siempre, la siembra de odios.
Qué hay que no aprendemos que no venimos
solo y por encima del mundo ignaro
a amarnos hasta el rojo de los huesos,
a vivir juntos, que juntos lo hicimos,
que no hay más camino que el de los muchos,
que el que nos ha llevado a todos, juntos,
que no hay fronteras, países, culturas,
son solo musgo atrofiados en la faz
de nuestra compartida humanidad.
Cuándo anularemos la estupidez,
para mirar, juntos, de nuevo al cielo,
dejar que nos convenzan las estrellas
en nuestra deslumbrante finitud:
tiempo en millones de miles de vidas,
entre la casualidad y la nada,
del universo el último rincón,
otro eslabón inerte y apenas vivo
empeñado en encontrarse el sentido
aun en contra de sus propias razones,
siempre superado por el amor.
Tú, yo y el otro, nosotros más otros,
todos somos ese vosotros que ellos,
los que a veces miran entre los rostros,
quieren decir pero no saben cuándo,
quieren amar pero olvidaron cómo.
Tú, el otro y yo, juntos somos nosotros.


Sigue leyendo

Deja un comentario