Escribir, ¿para qué?
¿Para que esclavo lo leas
en tu pantalla con dedos?
¿Para que un imbécil escriba
whatsapps con cuatro rimas
tan consonantes como una diarrea
y se lleve los premios de la estulticia?
¿Para que una tonta con nombre
de satélite apenas si volcánico
decida con sus versos de telenovela,
su perfil disociado de millennial vaciada,
quién es publicado y quién no?
¿Para que tontos y tontas de todo
lado nos cuenten sus penas menstruadas
en cuatro palabrejas de parvularios comunes:
lugares comunes,
palabras comunes,
frases comunes,
ideas comunes,
mentes comunes
acompañadas de sus falsas fotos falsas,
vívidas perspectivas vividas
en vidas que no llaman a letra ninguna,
que llaman a la consumación de todo tiempo?
¿Para que escribamos todos en lenguas moribundas
que nadie entiende
y así seguir perdiendo futuro
y un poco de hermandad a cada paso?
¿Para qué?
¿Para escribir solo de lo que digas:
vascos, mujeres, muerte, pobreza y hambre;
mierda roja, negra y blanco?
¿Para que te hagan una serie,
que nada te dan, mucho te quitan,
precioso tiempo presente
corazón tiempo crítica piel,
y te eches a dormir?
¿Para que luego la ortografía sea hoy
una lápida, una losa, una excusa,
una forma de vejación, de sufrir,
por quién no es capaz de liberarse
y entender que la forma importa
tanto como los sentidos?
Escribir, ¿para qué?
¿Para esto?
¿Para que nadie cuente, mi mire,
ni sienta, ni encuentre, ni pinte,
para que escandir sea olvidarse
y abandonarlo todo a la gracia
de los carácteres contados?
¿Para que sigamos adorando
los aforismos de la simpleza
y ese tedio astuto que da la pereza
de mente y espíritu?
¿Para que cada vez hablemos peor?
¿Para que cada vez escribamos peor?
¿Para que cada vez vivamos peor
y sonriamos más felices?
¿Para que tengamos que hacer
libros para escucharlos?
¿Para que nadie piense?
¿Para que nadie hable?
¿Para que nadie lea?
¿Para que nadie viva?
Escribir, ¿para qué?
¿Para comerme mis entrañas fritas?
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