Escapar

por Somnoliento

Trabaja ocho horas, al menos.
Duerme otras ocho, si puedes.
Vive de cuatro en cuatro,
algo tendrás que comer.
Cinco días a la semana,
dos para descansar,
disfrutar, encontrar, aprender y vivir.
Hipotecas y créditos,
paga la vida que el tiempo te niega;
trabaja, no vivas,
eso es de pobres,
tu objetivo es triunfar,
el éxito difuso de lo profesional.
Vivir poco,
¿vivir para qué?
¿sin dinero para qué?
¿sentir por qué?
Renuncia a tu humanidad,
sólo te debilita,
frío y mecánico
es el hombre que deseas ser,
el hombre en el que has de creer.
Y no te pares a pensar,
no tienes tiempo,
trabaja, duerme, come,
si vives hazlo a través de otros,
en imágenes prestadas,
en pantallas que te enseñen a no soñar.
¿Poesía para qué?
Los idealistas están equivocados,
practica práctica y prácticos.
Los sueños sólo sirven para desahuciar
los intereses que te han enseñado:
no sueñes que es un retraso,
una piedra en el camino
de tu beneficio económico-práctico.
Haz sin pensar,
vive sin ser,
la clave está en adormecer
lo que eres y sientes,
adormecerlo y dejarlo a merced
de quien sentó las bases de un mundo injusto
a gusto de hórridos personajes
que disfrutan del hambre, la guerra y el odio.
¿Dónde comenzó nuestra esclavitud?
En qué punto se decidió sobre nuestras vidas,
se marcaron nuestros días,
nuestras noches y horarios…
¿Quién les entregó el mando?
¿Quién les dio la razón?
Fuimos nosotros,
¿pero cuándo?
¿y por qué?
Fuimos nosotros
y hoy nos arrastramos
en los lodos de nuestra pasividad,
antigua y ahora evidente,
demasiado enraizada para sacudirnos
la costra seca de su realidad.
Y aun así seguimos luchando,
peleando por escapar
de la paresia de los sueños
y de nuestra humanidad.
Y aun así seguimos luchando,
peleando por escapar,
a pesar de los golpes,
a pesar del granizo de su iniquidad.

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