Es un último verso que cuelga
del muro vitreo en el que se clavó;
una frase sola, bailando tiembla,
se revuelve a la vista del sueño
sin que podamos encontrar nada,
nosotras las manos que vivimos
su efusión de contrarios y sobras
no podemos acceder a él
porque no vemos sus finales,
no alcanzaremos nunca sus principios,
la fuente de la que efluyó, sólido,
como una piedra marcando los pasos,
la sombra por la que discurrirá
el resto del camino.
Cuelga sobre la luz azul del brillo
y los colores que alargan las noches,
cuelga lejos de nosotras,
se hace grande, inmenso, inalcanzable
en sus fronteras insondables.
Es el último verso que alcanzáis a ver
antes de que la sangre os lleve
y os durmáis pensando en que,
tras cinco días, podréis,
seguiréis deseando volver a vivir;
vivir sin más, sin ensayos ni papeles,
vivir a ras de suelo,
pelándose las rodillas en el camino,
vivir como único consuelo.
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