El mundo arde y yo sigo aquí sentado,
sin ti, sin mí.
No te encuentro,
te encuentro tanto como me encuentro a mí,
y yo ando en los eones perdido,
buscándome, buscando algo que me encuentre.
Y si me encuentro, tal vez,
menos perdido,
te halle a ti, pueda ser…
Pero mientras sigo sentado
viendo volar las cenizas del mundo,
saboreando el amargo álcalis
de los huesos del hombre fritos
en la grasa de su corazón,
de nuestro corazón desecho,
vendido al más caro postor,
sacrificado en el templo
de sus vacuidades.
No.
No creo que nunca me encuentre,
como tampoco te hallaré a ti,
terminaré de ver el mundo arder,
supongo,
poco a poco,
al aroma de la profunda pena,
barreré las cenizas de mi alma huida
y me lanzaré a las llamas
perennes que todo lo queman,
que todo lo arruinan.