Del silencio, del abismo,
del viento que allí retuerce
la sombra de las palabras,
del negro latir que crece
separando las miradas,
el tacto que palidece,
la noción de no sabernos
en tormenta que ensordece.
Ensordece luz que hubiera
caminando lado a lado,
paseando la ilusión
del saber inacabado,
conocerse todavía,
complementarios fundados
de lo que el otro no ve,
de lo que no ha mencionado.
Del silencio y del abismo
que nos separa y aleja
a veces, cuando la furia,
cuando el olvido maneja
las sendas de la distancia
y no hayamos más simpleza
que no ver si no del miedo:
miedo a salir de las rejas
de un camino encorsetado;
miedo a quebrantar la piedra
donde obligaron destinos;
miedo a salir de la cueva,
de lo que será el futuro;
miedo a lo que se debiera,
lo que tuviera que ser…
¡Y de quién, si no lo fuera!
Del abismo conocido
conocemos hasta el agua,
y su color, que en el fondo
resalta de su negrura;
la negrura de no vernos,
de no escuchar sus permutas
en diferencias preciosas;
diferencias nos encumbran
nuestros cruces y verdades,
que nos hacen más completos,
que van marcando pasajes
por los que obviar la rutina;
diferencias, veleidades,
riquezas que nos recubren
del color inacabable.
Imagen por: ensou