Gris, como forjado en terco metal,
como tallado por brazo dañino,
se alza en el cielo marcando el camino
sobre la calle mojada y bestial.
Fácil no es escapar a su letal
embrujo, y en su quietud, sibilino,
se engalana de falso y traidor lino,
falseando su credo mercurial.
Las ideas se resienten, la piel
se vuelve pálida, vieja y oscura
bajo tan pesado y grotesco arel;
dónde el calor bajo tal armadura,
dónde la caricia, el beso y la miel…
sólo el sueño un poco de paz procura.