Querida Lima:
Ya sé que he dejado de escribirte lo que prometí, pero que tampoco debería seguir escribiendo, porque más que sentido, quizá tenga demasiado de dolor. No dolor, perdóname, demasiado de memoria, y la memoria está bien cómo está, en el pasado. Pero no puedo evitarlo, porque es la única forma de yo quitarme las ganas de tocarte. Y eso hago, aunque no pueda hacerlo más que con la memoria, a través de palabras, intento tocarte de nuevo.
Sé, por las amistades comunes que, en ocasiones, en cruces demasiado cortos, me hablan de ti, que estás bien, que estás como quisieras haber estado. Como supusimos, en esos breves instantes que tuvimos antes de tu partida. Sabía que estarías bien, porque eres fuerte, e inteligente, y siempre has mirado el mundo con la sensibilidad de tu resistencia infinita. Sabía que tu sensibilidad, tu gran fortaleza, te llevaría a comprender todo lo que necesitarás, a entenderlo y a hacerlo parte de ti. Tú siempre conseguirás ser feliz, porque la felicidad va mucho con quien tiene valor, y tú lo tienes todo. Sonrió cuando pienso en ti en esos desiertos. Cuando veo enfrentándote a toda la adversidad sin miedo y sin pausa, siendo feliz, siendo tú misma. Sonrió por saber que siempre conseguirás ser feliz; lo que no significa que siempre tengas que ser feliz, pero la felicidad siempre volverá a ti, como vuelve siempre a los que la merecen, los que la buscan con uñas y dientes.
He pensando últimamente más en ti. No he dejado de hacerlo. No te mentiré, ya no es cada día, ni mucho menos cada hora, pero sigo pensando en ti. Sigo guardando pequeños momentos de paz para bañarme en nuestras conversaciones, en tu enorme personalidad y tu crítica contra todo lo que lo merece, dejarme abrazar por ti una vez más y sentir de nuevo ese amor. Mi amor, pero sobre todo el tuyo, el que me hiciste sentir, el que nadie me hiciera sentir. Y allí espero, allí descanso unos minutos, casi los mismos que duró ese amor, pero que durará, ya te lo dije, siempre. Siempre estaré, como decían en la canción, esperando, por si acaso, por si la vida, por si hubiera otra vida, por si tuviéramos, al fin, todo el tiempo del mundo.
Sé que eres feliz, y eso me hace sonreír. Aunque tuviera que romper tus cartas y enterrar la mayor de tus fotos. Lo hice por no caer en la tentación de interrumpir tu vida. No merezco nada de ese camino, de tu camino. Pero te imagino feliz y eso también me hace feliz. No se me va, no se me irá nunca quererte, pero seguro que tú ahora quieres, como solo tú eres capaz de querer, y eres querida, y eso me hace todavía más feliz. Porque te quiero, y solo quiero verte feliz, queriendo y siendo querida. Sí, no puedo mentir, a veces me vence la humanidad y me gustaría verme a mí, ser yo, estar en esos brazos tuyos, bajo tus ojos dulces y en esa voz suave, pero cortante, fuerte, tuya. A veces me gustaría ser yo quién te quisiera a los ojos y a la piel. A veces me gustaría ser yo a quién quisieras como tú sabes querer, pero son solo segundos en que la duda imagina, pero mi corazón sabe que la realidad no puede ser otra. Que la realidad es que soy feliz por saberte feliz, y lo seré siempre, sabiéndote querida, sabiendo que seguirás queriendo solo como tú quieres.
De tu querido Eric, que siempre, y que espera, y que te quiere, y te quiere feliz.
Eric.