Cartas para Lima XVI – Bajo la Piedra del Indio

por M.Bardulia
Cartas para Lima XVI: Bajo la Piedra del Indio

Querida Lima:

He vuelto, y he buscado el rincón arbóreo que nos cobijó. Creí, prometí, pensé y deseé que dejaría de quererte, que nunca olvidaría, pero que en algún momento dejaría de sentir lo que sentía, lo que sentí, lo que siento.

Creí que, y te lo prometí, pero me equivoqué; no puedo. Sabría que no olvidaría, pero no esperaba encontrarme con este vacío, sin ti. Con esta desilusión, la falta agobiante de un, quizá, posiblemente, este último amor, tu amor. Mi amor, porque el tuyo, no te culpo, ha desaparecido, como debiera. Y aunque no desapareciese, ha mutado y se ha convertido en otro amor, uno que, aunque legítimo, quizá bello y hasta eterno, poco tiene ya que ver con lo que sentí, con lo que, para mis sorpresa y dolor, no puedo dejar de sentir.

Y me siento solo, perdido en una vida vacía de amor, si es que una vida así es posible. Por eso vuelvo, cuando puedo, a la tierra que nos abrazó un día de sol. A la sombra de los árboles que mojaban sus ramas en el torrente brotado. A espaldas de la Piedra del Indio, que nos guardaba en la cumbre rocosa, hierática figura clavada ahora en mi memoria, como un ancla, como una señal imborrable de que un día, sí, al menos un día, todo fue real.

Estuve allí. Lo encontré. Me senté a respirar el aire, más seco, más polvoriento, y escuchar los crujidos de la hierba seca, del viento moviendo los árboles muertos de sed. Nada calma, nada vale, solo olvidar temporalmente que vivo como vivo, que soy quien soy, y que amé como amé; que amo como amo.

Mi mayor problema es no saber hoy quién soy. No saber qué futuro me espera, porque no hay nada dos pasos más adelante; no hay amor, no hay pasión, no existe ilusión por nada. No puedo decir que el mundo exista, siga existiendo, quizá dejó de existir y ahora solo vivo el rastro oscuro y declinante de algo que ya no podrá ser. Estoy perdido y en el espacio en que late a tiempo mi corazón, solo hay peso, un masa informe que lo atrapa todo y apenas me deja respirar.

¿Y por qué respirar si no hay nada más, si no habrá nada más? Por qué he de seguir pensando que tengo que vivir, así, como una marioneta, una carcasa vacía, un autómata de piel de latón y alma eléctrica. ¿Por qué ser un golem que camine, come y gime porque así lo han escrito sobre ese mismo corazón de barro? Cómo existir así, sin ti, sin que estos espacios vacíos puedan ya significar nada más que dolor.

Nunca pensé que volvería a sufrir por amor, pero sufro. Y te lo digo porque ya no leerás nada de esto. No me atrevería a ser sincero contigo, no en la realidad de saber que me escucharías, porque no hay nada de justo en todo esto, en lo que digo, en lo que siento, todavía. Hay justicia, sin embargo, toda la del mundo, en que tú hagas tu vida y seas absolutamente feliz, como serás, seas tú y siempre encuentres un futuro brillantes al que acudir.

Tuve que pasar por aquella falda, en mitad de una montaña apenas iniciada, porque necesitaba volver a sentir una vez más tu cuerpo, el aliento de la tierra en mi boca, el sabor salado de las hojas sobre tu cuerpo. Necesitaba vivir, aunque fuera de memoria, una vez más.

Vivir… Eso me queda, aunque haya perdido todo el sentido de lo que pueda llegar a suponer ese vivir, vivir así; vivir sin ti. Ya no quiero nada, el sueño, como mucho, los sueños en los que poder olvidar esta realidad gris y rompiente, apenas viva; los sueños en los que recordar, en los que volver a star contigo, sobre la tierra seca, solo el cielo sobre nuestras cabezas.

Eric.

Sigue leyendo

Deja un comentario