Cartas para Lima VII: La última que leas

por M.Bardulia
Cartas para la Lima: La última que leas

Querida Lima:

No sé si será esta la última carta que te escriba. No sé si será la última que pueda alguna vez escribirte, pero me da igual. Entiendo el porqué de tus palabras. Entiendo que la distancia no es amiga de nada que se parezca al amor, en un tan amplio y movedizo mundo. Entiendo que mi vida es una imposición para mí, pero también para ti, una con la que yo tengo que cumplir, pero no tú. Entiendo que debas vivir tu vida en todo su sabor.

La pena me rompe y la tristeza se me acumula entre los dedos, pringosa, pesada, antigua… Tristeza que no sentía desde hacía tanto tiempo que creí haberla olvidado. Miento. Poco tiene que ver con aquellas tristezas, porque es esta una tristeza feliz, una pena con sentido, algo único, al menos en mi vida, en que lo gris, lo oscuro, se mezcla con el fulgor de tu recuerdo, con el calor de nuestras miradas, con el saber que, por mucho tiempo que pase, por muchos espacios que alcancen a separarnos, yo, quien te escribe, nunca voy a olvidar. No. En esta ocasión no quiero olvidar. Quiero recordar. Quiero creer. Quiero ser como soy, embadurnado de mi memoria profunda; crecido en mis nostalgias; enamorado del pasado y enamorado de ti, y hacerlo siempre así. Ser yo, como solo lo pude ser contigo. Y no olvidar, no olvidar nada, ni el frío ni el temblor, ni las estrellas cercanas, ni el silencio que nos obligaba a guardar la noche, ni los rincones que nos cobijaron, cómplices.

Solo me guía el mismo sentido que siempre lo hizo: tu felicidad. Tu bienestar, tu vida plena. Las ganas de verte feliz, de verte colmada de alegrías y de placer. No voy a cambiar eso por no sentir lo que todos debemos sentir, lo que no es más que un gustoso precio por el amor sentido; y el que no dejamos nunca de sentir. No. Mi pena no es algo justo ni es algo que tenga que detener nada. Mi cobardía es el único motor de esta pena, de esta tristeza, mi cobardía frente a la sociedad y al mundo que me obliga a seguir intentando corroborar algo que tengo más que aprendido. No. El único derecho que tengo es el de quererte, en silencio, feliz de hacerlo y feliz de hacerlo solo; feliz de hacerlo mientras tú seas feliz queriendo a quién tú quieras querer. Quiérelos bien. Quiere bien. Quiere fuerte. Quiere hondo. Y hazlo sin miedo. Sufre, si has de sufrir. Empápate del amor y del desamor, siente la fuerza que nos mueve, que tu corazón brote como palmera en surtidor y se deshaga después en mil pedazos, partiéndote el pecho. Quiere como humana. Quiere como animal. Quiere y desgárrate al querer. Solo se puede querer si se quiere con todo. Yo te querré con todo también, pero lo haré en la sombra, en mi sombra, a la sombra. Pero te querré. Y no te olvidaré. Estaré, como he querido estar siempre, para lo que tú quieras, cómo quieras y cuándo quieras. Seré tu oído, tu voz, tu almohada, tu piel, tu caballo, tu cama, tus sueños o simplemente una brisa de viento, la fragancia de un césped frío de invierno, un techo vacío, el silencio de unos pasos en la escalera.

Querida Lima, quizá esta no sea la última carta que te escriba, pero sí la última que leas. Es lo justo. Mereces vivir con todo. Mereces poder querer, más, mucho más. Mereces ser querida con todo el poder del mundo. Me quedo bien siendo tu recuerdo. Sueño que un día, quizá, tú sueñes conmigo, y con eso, aunque no sean ni sueños, aunque no sea más un pensamiento pasajero, una mota de polvo en tu memoria, un reflejo fugaz en el espejo del agua, con eso, yo vivo feliz. No es la cúspide de la felicidad, no lo será nunca sin ti, esa es la pobre verdad de mi vida, la más vergonzante de todas, pero seré feliz; seré feliz viéndote a ti serlo, sabiendo que todo lo que buscas se cumple, que todo lo que ansias te llega, que todas las personas a las que ames, te amarán también, como deben, como solo tú mereces, oh, mi querida, adorada, brillante, cantarina, valiente como nadie, veloz, ardiente, pequeña, inteligente, terrible y cándida, suave como la música de tus manos, tú, mi querida, queridísima Lima.

De tu Eric, que siempre, siempre, siempre, será más tuyo que del mundo. Búscame siempre que ese mundo se vuelva en tu contra, búscame siempre que quieras, aquí me encontrarás, recordándote.

Eric

Sigue leyendo

Deja un comentario