Si se pudren las flores cuando mueren,
rotos y enterrados sus vivos pétalos
sosteniendo el lodo del viejo médano
que nuestros despiadados pies asuelen,
si hasta las palabras aún se duelen
y sobreviven teñidas al dédalo
urdido en las sobras del frío légamo,
¿por qué lágrimas que tu rostro agosten?
Por qué lloras los reinos de la mugre,
lloras su envidia, su fatua avaricia
convertida en numinosa vitud,
por qué la pena, el rastrero homenaje
a los que muerte obraron con malicia,
que del amor hicieron su tabú.
No pienso llorar
a quién lágrimas
nunca sostuvo.