Como el producto de un reformatorio,
tan salvaje, tan retumbante y libre,
con la tempestad del alcohol y el verso,
el gesto rudo a punto de partirse.
Salta tu voz en cada vieja foto,
las neblina del tiempo se disipa
y ruges, socarrón y pendenciero,
revives en tu pulsión por la vida.
Y llego tarde, como casi siempre,
a la porción de rabia que colgaste
en las letras de tu recia avulsión;
llego tarde a la lección de vivirte.
He oído tu voz más allá del libro,
viejas canciones de rastro alcohólico,
comprendo la incontrolable agonía
de querer vivir a pesar del pánico.
Abrazar la libre pasión por todo,
rebelarse por poder rebelarse
contra el rubio tedio y el desatino
de vivir obligado a enjaularse.
Ser, por el hecho de llegar a serlo,
sin pensar, sin apartar la mirada
de quien rebusca con muerte en los ojos;
y seguirte, hasta en la última cerveza.