Buscar trabajo es otro trabajo, siempre te dicen eso, lo que no te dicen es que es un trabajo de mierda. Uno de los peores trabajos del mundo.
Sobre todo si el trabajo que estás buscando es algo como el mío, vinculado al mundo del marketing, a los grandes grupos aglutinadores de marcas, en definitiva, a todo lo que en este mundo desprende y representa, la superficialidad y tontería supinas. Y lo digo yo que he trabajado más de cinco años en uno de estos grandes grupos, que he podido comprobar de primera mano cómo se engaña al consumidor con productos que se sabe que son malos, con productos que se sabe se retirarán a las pocas semanas de su lanzamiento, y donde sólo cuenta una cosa, vender, vender y vender. ¿O es que alguien lo dudaba?
En todas estas corporaciones, en todas las corporaciones, pero sobre todo en éstas, que comercian con bienes llamados de consumo rápido, se les llena la boca con los supuestos valores que les hacen funcionar, que les hacen ser lo que son. Todos sus panfletos, libros de marca y páginas web están llenos de modernos términos que definen una supuesta cultura empresarial, curiosamente, dudosamente, siempre dedicada al bien de las personas y al respeto del medio ambiente. Y todos creen que hacen algo distinto al resto, todos piensan que son distintos al grupo que comercia las marcas que son su competencia, pero no es cierto. Si lees con atención esas magníficas muestras de vulgaridad que son los folletos que crean para sus futuros candidatos o para colgarlos en la página web a modo informativo, te das cuenta de que todos dicen exactamente lo mismo. Todos buscan lo mismo, por mucho que intenten vestirlo todo con sus propias palabras, incluso con términos creados expresamente por ellos, en otra gran demostración de su estúpida arrogancia, si prestas atención, siempre te quedas con la misma idea, siempre te quedas pensando que no buscan más que una persona que cumpla con ciertos requisitos básicos de experiencia, formación, etc. y que esté dispuesta a trabajar mucho, quejarse poco y tragarse (o hacer que se traga) la mierda que le cuenten sobre la (in)cultura de la empresa.
Después de haber hecho ya unas cuantas entrevistas en algunos de estos grandes grupos, el desencanto por sus memeces alcanza cotas insospechadas. Es increíble que te hagan leer esas presentaciones que parecen pensadas por adolescentes y escritas por niños de jardín de infancia. Es patético que te tengas que meter hasta el fondo esas frases hechas sobre lo bonita que es su compañía, lo genial que es trabajar con ellos y lo guay y feliz que es todo el mundo trabajando allí, para luego llegar a la entrevista y, no sólo responder a las mismas y típicas preguntas que en todas las demás, sino que encima, darte cuenta de que la descripción del puesto al que estás optando y que tienes delante, parece redactada por la misma persona con la que tuviste la última entrevista, para un puesto en una de las marcas de la competencia. Es inaudito, si ellos mismos se lo creen o hacen que se lo creen, me parece perfecto, pero que no me hagan a mi tragarme de nuevo su bazofia, la miseria de los pensamientos de esa panda de iluminados que trabaja para ellos. Tengo cosas mucho más interesantes que leer. Es más, si la entrevista va a girar en torno a esos conceptos inventados por ellos, o por sus homólogos en la central de la compañía, prefiero ni hacerla, tengo cosas mucho más interesantes que hacer, tengo cosas mucho más interesantes que decir. Señores, hago las entrevistas de carrerilla, porque todos ustedes hacen las mismas preguntas, cuando el puesto me interesa, finjo emoción y algo de interés, intento engañarles, pero nada más, no hay más, lo único que hacen es ponerse en ridículo cada vez que me preguntan por mis “puntos de mejora”, cada vez que me piden que hable de un éxito personal en mi último puesto. Y lo curioso es que siguen sin rechazarme en la mayoría, como deberían hacer si su sistema tuviera algo de sentido, algo de cabeza.
Es, sin duda, reflejo del mundo en que vivimos, la forma en que uno tiene que humillarse, que rebajarse mentalmente para encontrar trabajo. No hay que destacar, no, cuidado, a nadie le gusta, en estos grupos y en estos tiempos, me refiero, alguien que piense por sí mismo y tenga ideas demasiado avanzadas, no, prefieren la mesura, prefieren un borrego brillante, antes que una persona brillante. Las personas les dan problemas, el amor propio, la duda, les dan problemas, les causan miedo, los borregos no causan problemas, los borregos pueden tener ideas lo suficientemente buenas, pero dejan su amor propio a un lado, y no dudan, acatan, pastan, trabajan, sin más. Lo sé bien, todos hemos sido borregos, todos somos y seremos borregos, muchas veces en nuestra vida, eso es lo triste de este mundo, lo triste del mercado de trabajo global. Y por eso es reflejo de la marcha del mundo, porque en el mundo, en nuestra civilización, tan loada por su desarrollo y evolución, hace tiempo que dejó de valorarse a las personas, las personas no interesan a nadie, las personas tienen valores, concepción grupal, son humanas, solidarias a pesar de todo, y eso choca con los postulados del concepto de crecimiento constante que campea, a sus anchas, por este espacio vital enrarecido en el que nos ha tocado movernos.
Liderazgo, Creatividad, Resiliencia, Focus, Perfil, Network, trabajo en equipo (en el peor, y más pedante de los casos, teamwork), Maximizar, Impacto, Desarrollo personal, Carrera, Objetivos de crecimiento, Compromiso, Perseverancia, Capacidad, Venderse, Think out of the Box, Proactivo no Reactivo, Conciliaciación vida personal y profesional… Todos estas palabras o expresiones, son unas pocas de las que te sueles encontrar en cualquier compañía que actualmente quiera llamarse moderna. Y puede ser cierto, se han hecho avances desde los tiempos de la revolución industrial, algo se ha modernizado todo, sólo faltaba oiga, pero hacia dónde han ido esos avances y qué profundidad ha tenido esa modernización. Estamos, de verdad, mucho mejor que los trabajadores de los setenta y ochenta; desde luego, que los de los noventa no, eso ya se lo aseguro yo. Entonces, esos avances, dónde se han quedado, qué ha sido de ellos. Fácil, se han quedado en esas palabras, palabrejas y frases hechas con las que iniciaba el párrafo, y en otras muchas, que cubren con su alargada y felicísima sombra, la realidad de la arcaica y estancada relación laboral, dentro y fuera de las empresas.
Es una pena que nos hayamos creído todas las cándidas mentiras que nos han contado sobre la suerte de trabajar en tal o para cual empresa, y es una pena como han devaluado algunas palabras de nuestra idioma, hasta convertirlas en una pantomima de lo que eran. Cojamos por ejemplo esa palabra que está ahora tan de moda con eso de la crisis, Resiliencia, según la RAE: capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Un término psicológico que las empresas utilizan e inscriben, cada vez con más profusión, entre los requisitos que uno de sus empleados debe atesorar. Si se hace un análisis simplista, parece que encaja bastante con las situaciones que uno se puede encontrar en una empresa; sí, sin duda hay que saber sobreponerse a los malos tiempos. Pero si se realiza un análisis más profundo, más responsable, deberíamos pensar por qué se utiliza este término en psicología, por qué y cuándo se habla de Resiliencia. Normalmente se utiliza este término, según nos dice su definición, cuando nos vemos sometidos a situaciones límite, LÍMITE, situaciones que en la vida serán inevitables; situciones inherentes al proceso vital de todo individuo. Pero vamos a ver, no nos queda otra que aceptar que en la vida me encontraré con situaciones límite, pero de ahí a tener que aceptar que en mi trabajo, que no es más que un trabajo, un burdo y simple trabajo dentro de una enorme compañía, tendré que enfrentarme a situaciones límite, donde deba poner en juego mi Resiliencia, dista un trecho enorme, abismal, cósmico. Cómo es posible que aceptemos que incluyan un término así, utilizado con esa ligereza, dentro de las supuestas competencias que un trabajador debe tener. Cómo es posible que dejemos que consideren el trabajo la actividad más importante de la vida, que la comparen con la misma vida. Cómo hemos dejado que nos obliguen a someternos a situaciones límites, por el sucio, mísero, cochino dinero. He ahí el problema, el verdadero problema, la raíz de todo, la razón por la cual todas estas empresas crean todas esas fantasmadas y castillos invisibles de culturas empresariales y perfiles de sus empleados modelos, esa concepción nociva del trabajo que hemos dejado prosperar, o que no hemos sabido cambiar, a través de los últimos treinta años.
El trabajo no es la actividad más importante de la vida, no al menos para la mayoría, o al menos, no debería serlo. El ser humano no viene al mundo a trabajar, el ser humano viene al mundo a vivir y sí, el trabajo es una parte necesaria, en nuestro tiempo y para algunos, de esa vida, pero nunca debimos dejar que se convirtiera en la parte central de nuestras de vidas, en el núcleo y corazón de lo que somos y hacemos, he ahí el problema. He ahí nuestra cruz y condena.
Por eso me desespero tanto cuando busco trabajo, no por no encontrarlo, sino por la miseria que siento cuando lo hago. Por lo infinitamente hipócrita y superficial que me siento cada vez que leo alguno de esos términos que antes mencionaba, cada vez que me encuentro con la descripción de otro puesto sin sentido más, de otra empresa con aires de misionera, que sólo busca esconder su único y verdadero, y evidente, fin, el maldito dinero. Está claro, para todos, que no lo escondan, que no se hagan los buenos hablando de sostenibilidad medioambiental, de huella de carbono, compensación de CO2, ayudas al tercer mundo, microcréditos… He visto como funcionan desde dentro, he comprobado lo que le importa a sus directores, y a los que no lo son tanto, todas estas iniciativas. Y las razones por las que las hacen, son las que todo el mundo de verdad piensa, el impacto que puedan tener en el beneficio económico. Se les da un ardite que salven tantas hectáreas de bosque o que se concedan más de ciento cincuenta microcréditos, ellos sólo quieren asegurarse de que se ve bien grande y bien claro, en todas partes. Por qué narices entonces nos intentan tomar el pelo, por qué hacemos todos el paripé, bailando alrededor de las grandísimas tonterías que hacen, y que hacemos como trabajadores, para satisfacer al mundo moderno y sus estúpidas formas de actuar… Es un misterio, nadie hace nada, todos nos comportamos como si no tuviéramos dos dedos de frente, alabando todos los frutos podridos de un supuesto desarrollo que, sin evitarlo, nos viene trayendo por un camino que no es, en absoluto, más evolucionado, ni por asomo, más positivo para nadie.
Antes de concluir mi desahogo contra la huera figura de la cultura y responsabilidad en las grandes compañías y su abominable lenguaje, un último grito, un último esputo de ira, mi último ruego en lo que a sus odiosos modismos (modismo de idiotismo, cfr. www.rae.es ) se refiere. Señores de los departamentos de recursos humanos, managers, directores de marketing y el largo etc. responsable de este tipo de asuntos en las grandes compañías, por favor, háganle un favor al mundo, sobre todo a ustedes y a mí, y quiten de sus documentos, folletos y, muy importante, de su lenguaje diario, la palabra DINÁMICO y sus derivados (Dinamizar, Dinamismo…). O decídanse de una vez a aprender su verdadero significado y úsenla como es debido. Créanme, no significa lo que ustedes piensan.
“¿La palabra dinámico no es esa palabra que utilizan los idiotas para darse importancia?” Los Simpsons