por Somnoliento

He visto, hoy, escenas del pasado
rehechas por los que ahora
ocupan nuestro sitio,
y más que tristeza,
más que la pena de la distancia y el tiempo,
he sentido el vacío.
Vacío de lo que se pierde
en las brumas de la memoria sin remedio,
vacío de los días que no vendrán más
porque al contrato sujetos
del presente y futuro,
nuestro recuerdo no puede alcanzar
todos nuestros pasados.
Al ver, hoy, unos campos antiguos,
más extraños me han parecido
más ajenos,
con la familiaridad en los detalles
pero a distancia en eones de lo que fuimos,
de lo que para nosotros fueron
y de todo lo que en ellos,
locos y vivos, vivos y locos,
hicimos.
Al ver pasar mis días en sus suelos,
en sus cielos y en todos los mundos
que sugieren,
que de ellos partieron,
más que tristeza me he visto vacío,
perdido en la realidad de la adultez
baldía, reglada y sola,
tremendamente sola.
Con la imagen de niños que ya no somos,
que son otros,
he recordado tu risa fresca,
y al verte riendo, tímida,
la mano blanca tapando tu boca,
roja y roja,
mis ojos clavados en tus labios,
rojos y rojos,
he sentido las eras
a nuestros pies rendidas,
el tiempo domado,
sin preocuparnos los años que,
taimados,
asomaban más allá
de unas vallas azules.
Me he visto, hoy, de lejos,
partiendo en grupos
hacia los montes
de pinos desbordados,
el cielo bajo gruesas lonas
de tela blanca,
vestidos de rojo y gris,
andando y andando,
siempre andando,
y jugando,
siempre jugando,
y siendo,
sobre todo siendo,
siendo de verdad niños,
como ya no sabemos.
Hoy he vuelto a verlo todo
en un solo minuto, o menos,
y más que tristeza
he sentido vacío,
frío y desafiante,
me he sentido solo,
aislado el amparo
de las ilusiones y sueños,
de todo el tiempo,
tiempo y más tiempo,
en el que entonces nadábamos.
Hoy nos he visto lejos,
muy lejos,
tan lejos que la memoria,
sin aire, pataleaba,
y más que triste,
me he sentido sólo.

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