Zig zag senderoso
en la madera invertidas
de la piedra al techo.
Oscuridad oleaginosa,
opaca virtud de la pasión
en tus rincones blancos,
de tus manos azules
que ya no recuerdan;
túnel orlado de frío
en la cuadratura profunda
de un primer tacto rojo;
pasos límpidos,
como de grácil incumbencia
bajo el estallido erecto
de una noche sin lugar;
retuertos y revueltas,
encuentros de labios y rabia
para romper con el tedio
extranjero de la
asexuada infancia.
Zig zag cálido de las negruras,
y al final, la voz,
que entre los gemidos
como tus dedos escapaba.