Yo no quiero vivir en este mundo,
quiero irme lejos,
no quiero vivir más con estos compañeros.
Compañeros avaros, egoístas,
inhumanos hasta la médula,
convencidos de que el dinero,
su dinero,
es lo único y lo primero.
Yo no quiero vivir en un país,
dónde se niega el trato humano
a los seres humanos.
No quiero ser socio de unas gentes,
que no gobiernan, dictan y someten
a esos, a nosotros,
los mismos que, ingenuos,
les hemos dado el poder.
Pero en qué país voy a vivir,
dónde de este mundo
puede alguien sobrevivir,
si se persigue a sus habitantes
en todas partes.
A unos se les mata de hambre,
por la avaricia, por el cochino metal.
Se les esclaviza a la tierra,
al estómago vacío
y a la pena continua.
A otros, los que llaman desarrollados,
igual de civilizados que deshumanizados,
se les mata de sueños,
se les asesina de ideas,
se les persigue y exprime
por más avaricia, por más cochino,
sucio metal.
Cómo se puede vivir en un mundo,
que hemos entregado a los bárbaros,
a los muertos…
Cómo puedo seguir soportando
un día más este mundo,
cuando los que mandan,
los que deberían cambiarlo todo,
no hacen nada, se aprovechan,
se enriquecen,
refocilándose entre sus ingentes riquezas,
olvidando al hermano,
olvidando a la tierra,
a la vida, al ser humano…
De qué me sirve gritar,
si nadie escucha.
De qué han servido los poetas,
los idealistas, los sabios,
algunos profetas,
¡de qué han servido!
Seguimos igual, o peor,
que hace miles de años.
Seguimos esclavizando
y esclavizados.
Seguimos matando
y muriendo de hambre.
Seguimos dejando que unos elegidos,
estúpidos, incultos, salvajes,
gobiernen lo qué es nuestro:
gobiernen nuestro mundo,
sometan nuestras ideas.
No hay nada de salvaje en los animales. El Salvaje es el ser humano, que aún siendo un animal más, orgulloso y enfermo lo olvida, para maltratar a todos sus hermanos.
