A través de los sinuosos caminos
de tu norte sembrado en cordilleras
ajenas, perseguíamos los hilos
de la juventud, arando tus eras;
Por la noche a media luz sostenidos,
surcabas tú la voz, heñía yo
los barros de tus mimbres bien tejidos,
llamando a tus manos de lava y son.
Y entre los sabores del sudor fresco
venías tú, sigilosa, oleada
tras oleada, colmada de viento
curvo y sal, de mil colores ungida,
a pesar de la oscuridad, sin miedo,
y como niños, jugando a ser vida.