Te he buscado, aunque tú no lo consientas,
te he requerido antes siquiera de irte,
y fue por cobardía, que lo sepas,
ante el abismo lúcido que abriste;
ante los colores de tus rosadas
pulsiones, yo no alcance más que a huirte,
alejarme de las blancas praderas
en las que atar mis manos bien supiste.
Cobarde, quizá pasmado, algo torpe
en las solas palabras que son poco,
que fueron grietas de tu cuerpo leve;
en mis amagos cansado y provecto,
de tus lindos, tristes ojos enormes,
sólo la llama, tan sólo el recuerdo…