Luminosas barracas y a oscuras,
son las que me dieron a conocerte,
casi sin palabras, casi sin dudas,
casi sin rozarte, casi sin verte…
Mis manos en tu boca fueron mudas,
la realidad murió en cielo inerte:
tu boca cayó, cosida a mi pecho,
buscando una luna; buscando lo hecho.
Tus alturas son miel y regaliz,
espacios para tu santo y tu sangre,
lugar de reposo, de ansia y barniz.
De tu pelo va cubierto mi estambre,
en sus mareas perdido y feliz,
en tus suaves montes saciando mi hambre.
Qué fue de la piel que abría mis cielos,
qué de la risa que orlaba mis sueños.
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