Plutarco y el mundo en que vivimos

por Somnoliento

Ayer, terminando la comparación de Alcibíades y Coriolano que Plutarco hace en sus Vidas Paralelas, me encontré con un pasaje que me me ha resultado dolorosamente actual, tanto, que he decidido transcribirlo como tal.

No es la primera vez que algo así me ocurre, creo que en los verdaderos libros es fácil encontrar encontrar ejemplos para la vida, sean de la época que sean, siempre tan actuales como en los publicados en la última semana. Pero es cierto que, en los clásicos griegos y romanos encontramos, generalmente, unas formas de entender el mundo, unos valores, más llenos, más puros que los actuales, propios de unas épocas donde la vulgaridad aún no había calado lo íntimo de la persona; sin olvidar, claro está, el carácter moralizador que este tipo de escritos poseían, más pronunciado aún en el caso de Plutarco y sus Vidas Paralelas. Pero ahí radica su grandeza, en su honorable capacidad de poder tomar la vida como auténticos seres humanos, miembros de una misma sociedad, donde la convivencia y el bien común se anteponían al beneficio personal, al menos, en la teoría; sabemos perfectamente que los hombres son hombres y en esos tiempos se cometían tropelías similares a las actuales, pero no por ello dejamos de resaltar que sí mantenían la prioridad de una enseñanza, donde la ética y los valores estaban por encima del bien personal y material de cada uno.

Aquí dejo el pasaje que Plutarco escribió hace ya más de dos mil años, que no ha hecho más que recordarme la situación actual y la tiranía a la que nos vemos sometidos, por parte de unos poderes económicos descontrolados y completamente inhumanos (entiéndase inhumano, como lo que está fuera del ser humano y no considera al ser humano como una parte de su engranaje, por tanto, inhumano).

«Poco tiempo después, Marcio se presentó al consulado. La muchedumbre se plegó, y de la plebe se apoderó cierto respeto que le impedía privar de un honor a un hombre de primera fila por su linaje y valor y abatirlo, después de haber prestado tantos y tan señalados servicios. Era costumbre de los aspirantes al cargo bajar al foro con manto y sin túnica para solicitar el voto a los ciudadanos y estrecharles la mano, y lo hacían así, bien por dar con su aspecto mayor humildad a sus peticiones, bien por exhibir, aquellos que tenían cicatrices, pruebas evidentes de sus valentía. Pues sin duda no era porque sospecharan distribuciones de dinero y sobornos por lo que deseaban que el pedía el voto se acercara a los ciudadanos sin túnica y sin cinturón; fue mucho tiempo después cuando se introdujo la compra y venta de votos y cuando el dinero comenzó a intervenir en las asambleas electorales. A partir de entonces, la venalidad contaminó los tribunales y los ejércitos y transformó el estado en monarquía, esclavizando completamente las armas al dinero. Parece que tenía toda la razón el que dijo que el primero que arruinó la soberanía del pueblo fue el que primero le obsequió con banquetes y reparticiones de dinero.»

No hay que tomarlo al pie de la letra, está claro que ya no se ofrecen banquetes, pero el mensaje queda bastante claro y tomándolo con una visión histórica responsable, la situación es similar a la actual: la poderes políticos, es decir, los representantes de la gente, nuestros representantes, están sometidos al poder económico, luego nosotros, la gente, estamos sometidos al poder económico. Um, qué raro es todo esto, ¿no hemos creado nosotros la economía? ¿no la hemos dado ese nombre que tiene? Cómo es posible que eso que nosotros hemos inventado, aquello a lo que hemos dado nombre, nos domine ahora a nosotros. Estoy casi, casi convencido de que debería ser al revés.

Para más información: Plutarco, Vidas Paralelas, Alcibíades y Coriolano.

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