No es que me haya dejado de gustar.
No es que me dejen de gustar,
es que ya han dejado de ser uno de mis secretos,
han dejado de hablar de mí
y han comenzado a hablar de todo el mundo.
De todos los que me rodean,
de los guapos y de los feos,
de los que no entienden nada
y de los que siempre lo han entendido todo.
No quiero ser especial.
Quiero que ciertas cosas sigan siendo mías,
sólo mías.
O de unos pocos, pero de mis pocos,
los pocos que me contemplan;
los pocos que también quieren conservarlos como son
y no pretenden querer que de otra forma sean.
No es no quiera que todos los conozcan,
es que el todos trae, irremisiblemente,
al oportunista y al simple,
ese que se queda en la superficie,
ese que se limita a desnudar la fruta,
sin pensar, sin sentir,
sólo porque se lo han enseñado así.
No es que vaya a dejar de hacerlo,
de oírlo, de tenerlo,
pero ya no como antes,
no con la pasión de hacer algo mío,
algo nuestro, íntimamente nuestro…
Ahora lo haré como lo hacen todos,
solo que yo,
todo lo haré, ya, en secreto.