Me encanta como gime y llora luego mi persiana.
Me duele, pero me encanta hacerla sufrir con el primer sol,
sacándola de su invernal cubículo exiguo,
para tostarse…
Para colmarse…
Para hartarse…
Para librarme, a mí, de todo,
hasta que mi luz me abandone y,
en la oscuridad,
de nuevo despierte.