No escribí nada en el cuaderno grande en casi un año.
No escribí nada y perdí el madero, la transversal que Enesto usaba.
No escribí nada y hoy vuelvo, no sé cuanto podré seguir,
soy un hijo de impulsos,
sólo espero que, aun con bajadas,
para siempre, para todo y todos me durara.
La mano cansa, pero aguantará,
es mi alma la desgastada;
hierve, queriendo de meses irse de mí.