Tú, Madrid, ciudad ingrata,
belleza de barrio, asfalto,
estrellas y madrugadas.
Tú, Madrid, ciudad difícil,
necesaria y adictiva,
rincón para el solitario
y plaza de los juerguistas,
de todos eres refugio,
a todos, pérfida, olvidas.
Madrid, amante traviesa,
que en la partida suspiras
y en la vuelta, maliciosa
y sonriente me desprecias,
no estarán mar y jardines,
no las grandes avenidas,
entre tus grandes virtudes;
tu alma vive entre la gente,
dentro de aquellos que acoges.
Adicto soy a todos tus colores,
tanto al azul y blanco de tus días,
como al fuego y al malva de tus noches;
envidia en el polo tienen los guías,
que no existen auroras más espléndidas,
que las que son de tu techo prendidas.