Importante: estar tan cerca
que no haya, que no tengamos
que recurrir al helado
desprecio, espacio pasado
de secas tecnologías.
Importante: paz, paz, paz
de la distancia y la imagen,
la paz de poder tocar,
tocarse sin objetivos,
respirarse los alientos.
Importante: calma sorda,
sigilo en mirarse lento,
olerse hasta los extremos
que rezuman contingencias;
las ganas de descubrirse.
Importante: embelesarse
en la presencia durable,
encontrarse en ese siempre
que nunca acaba o se rinde,
que cambia, muta, hierve, envuelve.
Importante: persistir
en el silencio conjunto
y la memoria callada,
ahuyentar el universo
y su expansión desbocada.
Importante: ocho minutos,
cada minuto, dos, veinte,
unos segundos de noche,
la mañana indivisible,
una tarde llana y verde.
Muy importante: de la risa
y sus eones de hondura,
cómo sea, dónde sea,
lo que sea, de quién sea,
piel, cara, pies, cuerpo y sangre.
Muy importante: revolver,
volver, revolver, volver,
aunque cojos, mancos, calvos,
aunque viejos de colores,
aun de madres, aun de padres.
Muy importante: regresar
sin tregua y no marchitarse,
ni desprenderse del musgo
entretejido en los labios;
no abandonar ni olvidarse.
Más importante: no dejarse
engañar por la calima,
las rutinas del asfalto,
las pantallas sibilinas
ni los duendes del dinero.
Volver, que volver es fácil,
siempre que se acaba volviendo.