EXPERIMENTO I

por Somnoliento

EXPERIMENTO

Estar en todos los mundos a la vez. Girar la cabeza y estar en un año, en un momento, con una edad, sentir el mundo entonces, como entonces y desde entonces. Cambiar la mirada, girar el pensamiento y estar automáticamente en otro, reviviéndolo de nuevo, consciente de todo, pero a la vez, separado de ella; bailando entre todos los tiempos de mi vida me encontraba. No existía el tiempo, tampoco el espacio. No era nunca el mismo lugar, nunca el mismo día, hora, año… Todo parecía normal, nadie se percataba de mi estado privilegiado de “adimensionalidad”, la vida en cada momento, en cada situación, transcurría como transcurrió y, en ocasiones, tal y como transcurrirá. O no. Cambiaban los momentos futuros, aunque los visitara en el mismo instante preciso, sin saber por qué, su desarrollo, la vibración de cada uno, de cada cuerda, variaba.

A veces me mantenía horas en un mismo lugar, a una misma edad, otras, con cada pensamiento, me trasladaba de lugar, recordando todo, reviviéndolo irremisiblemente. No había orden ni aparente razón, era el simple pensar, no ya en un lugar o situación concreta, si no, el mero pensar el que me hacía viajar. Y siempre yo, y no sólo yo, si no 2 yos, un yo viajante, cambiante, sin tiempo ni espacio propio, y el yo ocupado, el que era sometido a la voluntad del ser libre, casi divino, que no dominaba su existencia, pero que viajaba a través de ella. Mi pasado se actualizaba en cada visita, con cada cambio, pero mi futuro giraba solo, sin control. Desde aquel día con Edu, desde su enigmática confesión, desde que salí de aquel coche, la vida era esquiva; yo no vivía, flotaba en el aire, pasando entre todas mis vidas, sin límites de tiempo o espacio, sin orden ni control ninguno.

Volví al colegio, en edades tempranas, pero ya despierta la curiosidad. Me senté donde me sentaba, pero no era yo, o si que lo era, pero mezclando lo de entonces y lo que ahora no soy. Me sentía a gusto, encantado de no sólo recordar, de volver a estar. Revivía tiempos antiguos, pasados. Sentimientos de entonces, arrinconados por el hombre en que nos convierten, tan intensos como si fueran míos, como si siguieran siendo míos, pero no lo eran; al menos, no tan míos como fueron. Primeras sensaciones, olores de aquellos, situaciones rehechas, a veces no mejor de lo que en realidad fueron. Un hombre en el cuerpo de un niño, un niño con la cabeza de un hombre y sin que fuera novedad, un hombre con cabeza de niño.

De nuevo dolores, alegrías, ansiedades y angustias. Pero ahora queridos, evitando los desagradables, los no educadores, aquellos que dejaron de verdad una herida, inútil e insana. Dejando los que sí que sirvieron, los buscados y los que, al fin y al cabo, merecieron la pena. Nunca pensé que volvería a estar con ella, igual, pero esta vez sin ese dolor, el suyo y el mío; cabeza de hombre en cuerpo de niño… Quizá es mejor así, quizá no fue tan malo tal y como ocurrió… Y que olvidada la fortaleza del niño, el andar sin miedos, en la fantasía de un mundo regido por dioses y leyes, donde el bueno y valiente triunfa y el malo, paga, desaparece, muere… Un segundo de duda, esa pelea pasada, un puñetazo que ya se dio y el viaje comienza, segundos de nada y de nuevo, otro mundo pasado, otra opción por vivir… o el presente lineal aburrido, realidad sólo por su nombre, no por evidencia de ella.

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