Por mucho menos cayeron tiranos
peores, por mucho menos se hundieron
reyes y emperadores depravados
que a sus pueblos a la muerte abocaron;
y qué hacemos nosotros, retrepados
en los fríos sillones que atraparon
nuestro orgullo; qué hacemos, rastro indigno
de los que marcaron nuestro camino.
Nada hacemos, ante los que, embriagados
en las babas del monstruo de cemento,
nos hacen trasegar envilecidos
a través de sus barros purulentos.
Nada hacemos, de avaricia embebidos
andamos, nuestra indolencia sufriendo…
Despierta, hora es de hacer su templo astillas,
¡ya es hora de tomar nuestra Bastilla!