Decidido a no temer tu llegada,
me gustaría disfrutar del sol,
de la lluvia de tus hoscas mañanas,
de tus tardes de olvidado calor…
O de su frío, pero disfrutarlas,
con sus nubes o no, sin previsión,
sin control o pensamiento, sin miedo
a tus cinco hermanos sucios y secos.
No me acuses de mal llevar mi inquina,
culpa a lo que rodea a este mundo,
de lo que han querido hacer con la vida,
de ese mensaje tramposo y rotundo
que sirve al interés de la codicia,
guarda de su corazón corrupto…
No me gusta ajeno verte pasar,
pero quererte no me han de dejar.