De tus pechos:
sus anchos, profundos valles.
De tu rostro:
las nieves del sol y el rojo
de tus labios,
ardiendo jugoso y breve.
De tus ojos
el todo: el ruido y la furia.
De tu pelo:
la eterna y suave maraña.
De tus manos:
el golpe, la verdad fuerte
de tu tacto,
la infinidad de tu abrazo.
De tu pecho…
tu corazón y la vida;
y de tu vida,
la mía, toda la esencia
de mis días,
de mis horas y pesares…
De tus piernas,
regentes alfa y omega,
la pluma de dulces mieles,
ombligo de mis andares,
su fruto: pulpa y semillas.