CITA EN CRISIS

por Somnoliento

No sé ni para que me arreglo, va a ser lo de siempre, otra entrevista más, otro trabajo que no consigo, otra decepción. Mierda de mundo y mierda de crisis, como me gustaría poder romper de una vez con toda esta basura, con toda esta puta situación. De qué sirve estudiar, de que me han servido esos 4 años jodido en una multinacional… “Es una buena escuela, ya verás, a nadie le gusta su trabajo al principio, tienes que cogerle el gusto, ¿para eso has estudiado no?” Más basura, frases hechas que nos dicen siempre, y que casi siempre son también inútiles. No sólo inútiles, son perniciosas, un lastre que nos acabo acompañando más tiempo del necesario. Por lo menos a mí me han acompañado desde que entré en esa “gran escuela”, hasta que acabaron echándome, sin justificación, sin sentido, sólo el dinero. Qué asco de mundo, de verdad, qué asco de ser humano podrido por la bandera del trabajo como salvación y el dinero como meta. Cómo me gustaría poder romper con todo…

Veo a mi padre, después de años de trabajo, de ser honrado, de ser buena persona, un profesional como la copa de un pino, un sabio en este mundo de ignorantes, le veo ahora, sin trabajo, sacando el dinero de debajo de las piedras, y no puedo más que hundirme en lo profundo. ¿Qué le ha dado la vida? ¿Cómo premia el mundo a quién es bueno y sólo hace su trabajo, a quién no intenta engañar, escaquearse, a quién no busca pisar a los demás? Ese mundo, este mundo dirigido por unos pocos, cobardes, machaca a esa gente, se aprovecha del que es bueno para cubrir sus sucias necesidades, sus estúpidos y lamentables deseos de animal impuro. ¿Cómo voy a ir así a otra entrevista? No puedo fingir más, me lo notan en la cara, el cuento de siempre, el del trabajo duro, del trabajo en equipo, mis virtudes, mis defectos, “sí señor, me encanta su empresa y todo lo que hacen…” Me paso la vida mintiéndoles y lo que es peor, me paso la vida mintiéndome a mí mismo.

En casa necesitan mi ayuda, no me queda hacer otra, pero si pudiera volver a hacer lo que yo quiero, lo que pienso qué es correcto, me dedicaría acabar con todo este sistema, su sistema, y que nadie tuviera que mentirse nunca más, que nadie tuviera que sufrir decepción ante sí mismo., nunca jamás.

La misma corbata de la última entrevista, un color ni demasiado chillón, ni demasiado apagado, y el traje gris; no es una empresa demasiado joven qué digamos. Creo que me entrevista una mujer, mejor, se me da bien con ellas, son más fáciles de engañar; me he pasado la vida engañándolas, no de mala fe, la mayor parte de las veces fue sin darme cuenta, pero a estas alturas uno tiene que aceptar sus miserias y las mías no son mejores ni peores que las de cualquiera. Una mujer estaba bien, la charla sería al menos más agradable, debería afeitarme un poco, seguro que se fijaría, siempre lo hacen, ¿o no? La verdad es que también me había ido bien con las jefas que había tenido, eso me ayudaba en la entrevistas, estaba más suelto cuando era una chica quien hacía las preguntas, aunque no consiguiera engañarla.

Tengo que ir cambiando el chip, si llego con este careto y no me libro de mi acostumbrada desesperación antes de llegar, me va a salir todo como el culo; si es que se me nota, a mí se me nota enseguida en la cara cuando estoy cansado de algo. Si hubiera sido a otra hora, podía haber salido a correr, liberar un poco de tensión, o haber charlado con mi padre, siempre tenía buenos consejos y si no, sabía cómo calmarme. Pero esto de que dejen los horarios más infames para los nuevos candidatos, me saca quicio, antes no era así, cuando salí de la universidad, las cosas eran muy distintas, sin crisis, no tenían tantos licenciados para elegir, mucho menos con experiencia. Ahora tienen la puta sartén por el mango, pueden elegir y lo hacen, en cuanto te sales un milímetro del perfil, olvídate, aunque seas bueno, aunque tengas cultura, aunque seas más inteligente, eso no vale de nada. A veces hasta he sentido cierto resquemor cuando hablo de mis aficiones, “me gusta leer, el cine, la historia, he hecho hasta algún curso de escritura creativa…”Ya no lo digo así, me he cansado de las caras de imbéciles cuando lo comentaba, lo mismo que me he cansado de que me pregunten si me he leído tal o cuál novelucha estúpida, lo mejor, no salirse del guión, aparentar ser normal, si no, corres el riesgo de aterrorizarlos. Sí, de matarles de miedo, la gente no soporta que los demás tengan gustos distintos que la mayoría, en cuanto alguien demuestra tenerlos, le clavan una etiqueta y así, hasta que uno se muera, para identificarle bien y que no contamine la feliz ignorancia de la mayoría. Dios, debía callarme un poco antes de ir o iba a acabar estallando.

Mi madre todavía está en casa, con ella no podía hablar el tema del trabajo, estaba tan preocupada por toda la situación que lloraba casi cada vez que lo mencionábamos. Pero con cualquier otro tema era fuerte, fuerte y un apoyo firme y constante, lo que una madre debe ser, supongo. Aproveché que estaba desayunando y me senté con ella, tenía aún media hora y hablamos un rato de los primos y de su viaje a Egipto; mi madre sabía que tenía la entrevista, pero no dijo nada, sabía que no debía, sabía porque yo lo evitaba y ella no quería ponerme más nervioso. Sólo al final, cuando me levanté para irme, supo elegir las palabras correctas, puede que otro cliché, pero en boca de una madre todas las palabras calan hondo, “ánimo hijo, no te preocupes, nunca dudes ni de lo que vales, ni de lo que se pierden ellos sin ti. Todo esto acabará pasando y encontrarás tu sitio, el sitio que tú quieras”. Le contesté con un beso y fui a por el abrigo, salí de casa algo más calmado y confiado. No era la empresa de mis sueños, pero necesitaba el trabajo, en casa necesitábamos algo más que mi exiguo sueldo de parado, aunque no me lo dijeran, yo lo sabía.

Me había llevado “Hambre” de Knut Hamsun para el autobús, aparte de ser de mis libros favoritos, un poco de buena literatura y de buen nihilismo, siempre venía bien en estos casos. Las penurias que el protagonista – algunos decían que el propio Hamsun – pasaba durante la mayor parte del libro, le ayudaban a uno a ver todo con otra perspectiva; el pasó hambre y frío y acabó ganando el premio Nobel, ¿no? Cierto es que luego apoyó la ocupación Nazi de Noruega, pero yo no estaba considerando a la persona, sino al escritor, al literato, y en esa faceta era una auténtico genio. La verdad es que me ayudaba a ganar confianza de cara a la entrevista, pero lo escondería antes de entrar, no quería que volvieran a amedrentarse ante lo que se podía considerar una intelectualidad exagerada y que no era más que el gusto por los buenos libros; y por los malos a veces también, claro que sí, la cosa es leerlo todo.

Tras casi 40 minutos de infernal trayecto, gracias al inesperado sol que hoy lucía y que hizo del bus un auténtico invernadero, llegué al complejo empresarial donde se encontraban las oficinas. Había llegado con tiempo de sobra, casi media hora, prefería hacerlo siempre así, no quería más agobios, aparte de los habituales. Me di una vuelta por la zona antes de entrar, era la típica zona de oficinas, edificios con mucho cristal, suelos de color claro y zonas verdes demasiado escasas, demasiado planeadas. Los primeros currantes llegaban ahora a la oficina, como peones, todos en sus trajes de color oscuro, caras largas y andares pesados, se resistían inconscientemente a iniciar la jornada, me los imaginaba como pegados a una cinta transportadora en el suelo, intentando liberarse, pero abocados a los tornos de entrada, que se los tragaban uno a uno, lanzándolos después a sus sillas almohadilladas, encadenándolos a un malvado ordenador de gesto socarrón. Qué horror, de verdad, qué horror, por qué no pensé todo esto antes… Ojalá hubiera sido una persona informada, con capacidad de decisión, cuando tuve que elegir mi futuro; qué salvajada es hacernos decidir nuestro destino, lo que puede ser el camino de toda una vida, con 18 ó 19 años…

Ojalá algún día pudiera enderezar esto, pero de momento no hay vuelta de hoja, me toca apechugar e intentar salir adelante lo mejor que pueda, no ya por mí, sino por mi padre, por mi madre y por mis hermanos. Eso es lo que me da fuerzas, lo que me hace apretar los dientes y seguir adelante, como ahora, es lo que me hace que me levanté de este banco, deje mis tonterías y mis neuras aparcadas, y entre con una estúpida, pero eficaz sonrisa, en el monstruo acristalado.

Sigue leyendo

Deja un comentario