Cartas para Lima VI: Tiempo

por M.Bardulia
Cartas para Lima VI: Tiempo

Querida Lima:

Siento que han pasado eones de tiempo, y creía que, quizá, pudiera sobrevivirlos en esta medianía de sentimientos en la que vivo —quiero pensar que vivimos—, pero la realidad es siempre mucho más difícil de lo que podemos imaginar. Siento no haber vuelto a escribirte, así, antes, lo siento mucho, no ha tenido ninguna razón especial, no ha habido nada dentro de mí que dijera que ya no, que ya no debería o que no encontraría las palabras y las emociones para decirte lo mucho que sigo pensando en ti, cada día de mi vida. No ha sido nada, ha sido la vida. Han sido las responsabilidades, las tensiones, el ritmo insufrible de esta vida que nos hemos marcado. No ha sido nada más que el dejarme avasallar, otra vez, por las mareas de este vivir vertiginoso. No es una queja, porque las quejas no sirven cuando somos nosotros quiénes decidimos caer en el maëlstrom de la vulgaridad, de lo predecible, de la necesidad de encajar; pero sí es tristeza, rabia, pena, furia a veces, desesperación las menos, y lágrimas, y un fuego interior que no me queda más remedio que reprimir, tragar como aire de parafina en un mar de electricidad desbocada. Lo sé, no he tenido más remedio que intentar apagar todo esto para poder vivir, no ya mi vida, sino la doble vida de no dejar de quererte, o de volverme loco no dejándote de querer. No es más que eso. No es menos. Ha sido, y ha sido en su mayor parte inconsciente, un mecanismo de defensa para poder seguir adelante. Seguir adelante sin romper mi vida y salir corriendo a buscarte, a través de todos los mares, de los desiertos que te apartan, de la gente que conoces y amas, o amarás, y lo será para bien, pero no es fácil. No es fácil para mí, no es fácil para ti, no es fácil para el mundo vernos así.

Siento verte sufrir, siento no haber escrito más, no haber estado, aunque fuera a través de estas pobres palabras, siento no abrazarte todas las mañanas y decirte a los ojos que te quiero, que no existe persona más grande, que no hay melodías que tú no puedas encajar, que no hay persona, reto o espacio cósmico ignoto que tú, Lima, no puedas superar, cruzar, descubrir, no existe el tiempo en que tú no puedas sonreír, en que no puedas hacernos sonreír, a mí el primero, pero a todos los demás. Y en ese abrazo, en ese último mirar de la mañana, yo encontrar la fuerza última para no dejar de pensar en ti, y hacerlo libre, y hacerlo fácil, y hacerlo siempre…

Mi mujer, mis hijos, un trabajo que es la carga infame de nuestro tiempo inmisericorde, la vida que no ceja, y el tiempo que se ha empeñado en acelerar, en tomar una pendiente en la que es difícil mantener el equilibrio y la cordura. Y sin embargo, como lo supe, como lo sabía, ya, desde hace mucho, desde antes, quizá, de conocerte, cuando por primera vez cruzamos una mirada, una palabra distraída, una frase incompleta, ya desde entonces, y sin saberlo, quizá, ya desde entonces supe que cuando te quisiera, te querría para siempre.

No es fácil. No lo es para nadie, pero aquí sigo. Discúlpame las ausencias, los bajos humos, los desánimos, las palabras que no siempre toman la métrica que debieran y el insufrible dolor de no vernos, de no sentirte respirar, de no escucharte, de no poder enredar la última furia de las erinias en tu pelo, en la oscuridad, en la forma suave que se crea en tu cuerpo cuando roza con el mío. No es fácil, pero aquí sigo. Y seguiré, porque no me queda otra, porque yo no puedo dejar de amarte, ni lo haré, ya lo sabes, sea de la forma que sea, en el tiempo que nos toque, en las dimensiones en que lleguemos a encontrarnos.

Te quiero, mi querida Lima, te quiero y siempre te lo diré, y se lo susurraré a la noche siempre que esté solo y solo ella pueda escucharme, ni siquiera la luna, ella sola, para que siempre quede allí, flotando, enredada en los hilos oscuros que tejen tiempo y vida.

Tu querido Eric, que no se olvidará nunca de ti.

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