Todo está parado

por Con Tongoy

Todo está parado. Todo, hasta la miseria. Todo está cubierto de una pastosa gelatina que no deja que nada tome su ritmo normal. Sólo la gelatina, hecha de miedo y dinero puede moverse libremente, entre nosotros, entre las moscas y los árboles de nuestra nariz. Mike Bardulia está atascado en la gelatina, viscoso zumo del rezumo del mundo circundante.  Atascados estamos todos, pero yo sobre todo.

Yo vivo atascado en mí mismo. Aunque supongo que a todos nos pasa algo parecido; los tiempos actuales, estos tiempos modernos, declamados de superficialidad, nos evitan a todos. Nos cubren a todos de la armadura pautada para el vivir diario. No sé es yo en estos malos tiempos, sé es un yo, pero no el yo. Sé es otra cosa, aparte, algo nuevo, peor, nuevo y peor. Así Mika Bardulia va, cubierto con su armadura impersonal, observándolo todo desde el fondo de su casco. Y es que no es la mera untuosidad del ambiente la que genera esta lento pasar, este rápido morir en vida, es también nuestra propia coraza la que limita lo que vemos y sabemos. Como un Kafka sin talento y sin manos voy metido dentro del caparazón de mi escarabajo. Pero yo no soy el escarabajo, soy un conducto, soy la estructura que alberga a un huésped nacido de las profundidades del sexo de lo interno con lo externo. El huésped es quién controla, o quién intenta controlarlo todo, pero yo me resisto, la mayor parte del tiempo de forma inútil y errática, sin consuelo, sin guía ninguna. Ves tu vida pasar, la puedes tocar, la sufres, más que nadie, pero no es tu vida, no al menos la que imaginas. Veo los días pasar a través de las rendijas que a mis ojos deja esta triste armadura, y Mike Bardulia dice que lo ve todo negro, que no tiene sentido hacer una película de tu vida cuando no hay una base real, cuando no eres capaz de hacer que el rumbo de lo que eres, sea el rumbo adecuado, tu propio rumbo.

Soy conducido y refinado en los talleres de la mediocridad. Y eso no lo somos todos. Todos hacemos de la realidad lo que podemos, a veces, otras, como Mike, la realidad nos hace a nosotros, y en ese proceso nos perdemos, precisamente, a nosotros. Son los invisibles tejedores de proteicos destinos los que nos hacen y consignan. Invisibles e intocables. Sólo los fuertes sois capaces de abrir el vientre de la mosca que ha crecido encima de vosotros, vientre que en parte es vuestro también, y salir de allí arrastrando linfa y orgánulos en el camino. Arrasáis, y hacéis bien. Arrampláis con lo que no deberíais ser y volvéis a respirar frente al mundo, delante de un sol ahora vuestro, valientes, ya incólumes. Yo no. Mike Bardulia no puede hacerlo, porque los valientes son otros. Los valientes tienen también la suerte de su lado. Los mezquinos y taimados, los débiles, como yo, no. Por más que gritamos, que pataleamos dentro de nuestro exoesqueleto de cotidianeidad, no le hacemos mella. No son garras ya las que antes afiladas amenazaban al mundo. Perdimos el cuchillo y con él la furia. La rabia nos consume, pero la rabia sin el impulso de la furia, no son más que unos cuantos mordiscos y dos chillidos vacíos y sin eco.

Querría ser un valiente, pero no me deja. Mi crecida sobrecubierta no me deja. Tampoco me dejan los que están a mi lado. Pero esa no es su culpa, porque de ellos no es la falta, la falta es propia, la ausencia de la furia, del ruido adecuado, de las palabras y las manos entintadas, es sólo mía. Culpar a los otros, culpar al granado cuerpo de la sociedad del encierro al que nos sometemos no es cuestión posible. No hay más culpable que uno mismo. Un culpable con retraso, postergado de sus objetivos y emociones. Lamentablemente tardío, por no haber tomado decisiones en su momento, por no haberse armado de garras, cuchillo y furia cuando pudo, y haberse enfrentado al mundo solo. Solo, pero bien armado.

Mike Bardulia sufre triste, sobre todo desesperado. No hay esperanza para mí si el mundo se tuerce; hace tiempo que formo demasiada parte del mundo, ahora soy uno, despersonalizado y gregario, un borrego más, solo eso, sin razón, pasiones ni vida.

Sigue leyendo

Deja un comentario