Mike Bardulia es fácil. Suelo ser fácil. Por fuera una expresión. Por dentro la guerra. Y más adentro nada, nada salvo yo mismo. Soy Mike Bardulia por convicción, exordio en sí mismo.
Pero no soy fácil si la gente habla. No soy fácil si quién habla, lo hace por hablar. No disfruto nunca con la palabrería, disfruto con la palabra. El otro día alguien me llamo profesional. Si Mike Bardulia odia algo, es su profesión, sea la que sea. Quién hace algo profesionalmente es, hoy en día, un esclavo. Esclavo de sí mismo, su vida y su dinero. Y el profesional, el que quiere serlo, es el peor esclavo de todos.
Creo que la palabra es falsa. Esa palabra no existe. Es, pero no existe. Hay muchas palabras así. Palabras que un día lo fueron, pero a las que hemos despojado de sentido. Son zombies en palabras. Palabras zombies. Se usan sin control, pero también sin sentido. Y su irracionalidad, su infecciosa cualidad se transmite a otras palabras y a todas las clases de palabras que con ellas se relacionan. Tu profesión es purulenta, como es la de Mike Bardulia. Profesión corrida, enfermedad con letras. No seas profesional, estarás muerto.
Profesional es dejar morir la inteligencia. Acatar y correr. Morder y no soltar. Aferrarte al clavo de una verdad inexistente. Dejarte morir. Hacerte, como la palabra, un muerto en vida. Ser profesional implica, indefectiblemente, dejar de ser persona. Ya no hay profesionales, dejaron de ser hace tiempo. Hoy sólo hay profesionales, esclavos de su condición y palabra. Mike Bardulia juega a serlo, pero no lo soy. Y si alguien me lo llama, exploto. A veces en lo profundo, dejando que las llamas ardan más allá de la verdad sensible. Otras, no hay barreras que contengan la onda expansiva de un calificativo, a todas luces denigrante. Nadie debería aceptar que se le llamase profesional. Es la condición del ser hambriento sin hambre, la gula del obtuso, el premio de la persona dañina y dañada. Mike Bardulia no es profesional, es sobre todo persona. Persona soy, y poco más.
Si me llamaron Profesional, el otro día, fue sin mala intención aparente, pero con la cruel argucia de limitarme en la realidad. Hacerme tangible a sus sentidos, maleable a su ojos. No soy Profesional. Mike Bardulia salta y esquiva la palabra, y golpea de vuelta. Sin miramientos. Golpe a los ojos o a la garganta. Con más letras y más palabras, estas sí, todavía vivas. No soporto y no tolero la palabreja, prefiero una bofetada, el latigazo de un insulto sin contemplaciones, a tener que aguantar la condición de profesional profesionalizado.
Por eso, Mike Bardulia suele contestar: “Profesional lo será su padre”. Y despejo las dudas. Después tengo siempre que ducharme, no sea que el exabrupto intolerable de reconocimiento profesional hubiera dejado letras o acentos en alguna parte de mi irreductible persona. O de la suya, de la de Mike, “el Bardulio”.