Para qué escribo.
Para qué me dejo el alma en palabras.
No sé por qué me empeño
en sacar lo profundo del fondo,
si a nadie interesa más que la grasa
que flota en la superficie de mis labios,
en las cómodas maneras estúpidas
de su inventado pasar.
Soy del plancton lo diminuto.
Soy de la marea la concha partida,
la esquirla rota de un intento de almeja.
De qué sirve pensar si te dirán lo que hacer,
de qué me sirve ser, si al final
me dirán como he de vivir…
¿Cuánto de yo he de enseñar,
para su taimada razón contentar?
¿Cuánto más he de esconder,
para sus valores confirmar?