Se refleja la sonrisa en tu pelo,
nacida del frío, el mar y la lluvia,
surgida en hebras del oro y la furia,
que provoca el ansia, que aviva el celo.
Perfecto espejo de tus curvas son
tus piernas, sus valles y tus praderas;
que largas van detrás de tus caderas,
que locas sobre el eterno tacón.
Anidan en tu alto pecho las cálidas
formas de la sombra y de la belleza,
que en el camino de tu santo vientre
el viajero encuentra. Allí, tras las pálidas
lindes de tu dulce naturaleza,
allí es donde verme quisiera siempre.