Masturbación

por Con Tongoy

Alguien intentó explicarme el otro día que la masturbación era algo malo, que atentaba contra mí sexualidad, que el hecho de que yo me masturbara no era más que un producto de la erotización de la sociedad, culpa de mi moral y mi vida. Me habló de mis amigos, de las cosas que veía, de mis aficiones. Me habló, al fin y al cabo, de los oscuros rincones de su debilidad, sin darse cuenta.

No dije nada, me concentré en los sentimientos que ese mensaje torcido e ignorante me producía. Primero sentí vergüenza; luego vino algo parecido a la rabia; después la risa, una risa incontenible, me reí en su cara, de hecho; al final, acabó por llegar la pena, por quien se tragó esas mentiras y por quien podrá tragárselas en el futuro; lo último que sentí fue miedo, miedo porque, alguna vez, los responsables de estas perversiones acaben convenciéndonos a todos de su propio miedo.

No dije nada, me quedé pensando, un rato, y me alejé de allí, en silencio, sin perderle la cara, mirando sus ojos glaucos, no fuera a ser que al abrir la boca o al darme la vuelta, al bajar la guardia, se me fueran a colar algunas de sus tonterías.

Cuando estuve lo suficientemente lejos, viéndole apenas, le grité con las dos manos: “mi sexualidad es mía, ni de tu dios invisible, ni de la sociedad reprimida, mía y sólo mía”.

Al llegar a casa, me senté tranquilo y me dedique a amarme el cuerpo, sin más, con parsimonia y dulzura, que no hay mejor forma de sacarse los demonios que masturbándose con fruición y ganas.

Sigue leyendo

Deja un comentario