Un discurso, el del millonario,
el del informático,
el mismo discurso vacuo,
el de siempre, fácil y sencillo,
no te va a dar solución.
¡Ni siquiera te muestra un camino!
Es el empeñarse en lo llano,
en el cuesta abajo
del falso dios falso,
lo que nos hace equivocar.
No es el qué, es el dónde y el cómo.
No son las pocas palabras,
son las palabras escritas
del sabio, que no del genio,
del responsable,
que no del empresario,
del que dedica
muerte y vida,
a qué tú, mono pensante,
salgas del oscuro barro
y abras al cielo tu ojos.