No brilla el tren cuando pasa,
sólo chilla y hace ruido.
Ni canta el coche que espera,
sólo pasa (se hace el sordo);
no esperará que tú esperes,
él nunca va a esperarte,
sólo quiere adelantarte,
humillarte, ¡y qué te largues!
Y es que nadie ya recela
del egoísta y malvado;
a fuer de quien lo cobija:
¡mejor pudiente que honrado!
Cierto es, Londres no tiene alma.
Escapó hace años huyendo
de quién quería cazarla;
dicen que aún anda corriendo…
