Dan miedo las incertidumbres en un país que se ha desangrado siempre en sus pasiones y excesos. Da miedo dejar atrás los tiempos de oscurantismo monárquico de la mano de los terribles jinetes que hoy nos gobiernan. Da miedo pedir a gritos un cambio delante del abismo, por eso, porque en este país nos hemos hundido siempre en esos prepicios de odio y sangre.
Da miedo que no nos paremos a pensar entre todos cómo queremos salir adelante, que nos lancemos a gritos a la calle pidiendo por nuestros derechos, mientras otros gritan, por su lado, a su manera, en esos escaparates millonarios que sirven a su dinero. Da mucho miedo vernos sólo en dos polos, de la cordura olvidada, entre cantos de rabia del uno y otro balcón, enterrados en la inopia de una democracia mutilada, por unos y otros. Por unos en el sueño que hemos dormido más de treinta años, por otros que la han ido adelgazando entre sombras de muerte y odio.
Da miedo que nadie se pare a pensar y diga: «alto, cambiamos, pero lo hacemos con la cabeza fría y el corazón caliente, y no al contrario, lo hacemos entre todos, pero englobando a todos; lo haremos, por una vez, en esta España de exacerbado sentimiento, pasito a pasito, sin tragarnos el camino, sin olvidar el pasado… Eso espero, que miremos al futuro, uno mejor para todos, sin reyes ni princesas ni corruptos engolados, un futuro más humano.