Arrastra el tiempo rugiente
todos los restos del sueño
en su altura,
viene la noche crujiente
de golpes fríos sin dueño
bien ceñuda,
y el ocre río del futuro
descompuesto traza el barro
de las sombras
aún por llegar, oscuro
cenagal donde desgarro
tus aromas.
Cambiante el día cetrino
que trajo en su ausencia el sol
espantado,
no comprendió en su camino
más que las piedras del son
desolado
y altivo de quien vivir
no vive, de quien mirar
poco mira,
de quien no supo sentir,
ni en los demás encontrar
fuente y vida.