Cuando tu respiras lejos de mí,
mi piel cambia de colores y clima,
cuaja de nuevo la nieve en la cima
que tus miradas habrán de fundir.
Sin ni siquiera alcanzarte a sentir,
sin imagen que el horizonte imprima,
y aun desde la sola profunda sima
en glutinosas tinieblas de ti,
el aire entrando en tus templos de cera,
rosada y fina, el núcleo remueve
de un mundo en tus recuerdos engendrado;
antigua y recia, pertinaz frontera
del hueso que tu roja distancia hiende;
condena injusta estar de ti exiliado.