Esa esquina, tu esquina, aquella esquina

por Somnoliento

Existe esa esquina en tu ciudad, una esquina en tu ciudad que probablemente jamás descubrirás o quizá sí, quién sabe, quizá sea tu esquina de esa ciudad que doblas cada mañana y cada tarde, al salir de tu casa, al volver a tu casa cansado de tu rutinaria y tranquila existencia. Un esquina que no distinguirías o no destacarías, pero que es de hecho una esquina especial, distinta, de una diferencia extraña que nadie o poca gente conoce; una esquina que algunos desearían no haber conocido nunca. Una esquina fantasma que se traga a la gente, se traga sus vidas, sus miembros, sus amores, sus ganas de vivir; una esquina fantasma que se traga todo lo que quiere sin compasión. Una esquina, sin duda, extraña, sin duda, caprichosa.

Una esquina caprichosa que no elije el quién, pero sí parece elegir el cuándo. El dónde no, el dónde es siempre el mismo, una zona indeterminada situada justo en el punto de “doblaje” de esa esquina. Olvídate de evitarlo o de no volver a doblar una esquina en tu vida, es inevitable. Hay quien la ha cruzado una y mil veces sin tener o sentir o sufrir ningún problema, hay quien la cruzó una vez y nunca volvió, hay quien la cruzaba todos los días y siempre miró para atrás cuando la pasaba, sin saber bien el porqué… Es una esquina esquiva, una anomalía en el vestido del espacio, del tiempo, difícil de encontrar, más difícil de explicar, imposible de medir. Entre los pocos registros que se tienen, hay situaciones del todo estrambóticas. Está la del pequeño, que soltándose de la mano de su madre, perseguía un extraño giro en el aire, para al ir alcanzarlo, perder todos los dedos de la mano, salvo su pulgar, sin heridas, sin gritos, sin frío ni dolor, perderlos sin más. También está la historia del hombre que perdió a su mujer, a la mujer de su vida, la luz de sus días, a quién llevando de la mano, se desvaneció, se esfumó sin más, como por ensalmo, para nunca volver, sin que él pudiera hacer nada, sólo quedó esa extraña y permanente sensación, la perenne alucinación de ella que agarraba su mano, como entonces, para toda la vida, una presión constante que le levantaba por la noche y le atormentó hasta el final de su tiempo.

Pero hay casos más extraños – si cabe -, casos no de perdidas físicas, como el grupo de los locos, aquellos que venían de sus sanatorio acompañados por sus dos cuidadores, aprovechando su permiso habitual y al doblar la esquina, todos, sin excepción, desde el menos loco al más trastornado de ellos, se quedaron embobados, petrificados, ante la visión de nada, de un algo que era nada. También esos dos celadores, él que iba delante y él que les seguía detrás, se quedaron inmóviles, obnubilados por la nada. Segundos después, como si nada hubiera pasado, todo volvió a moverse, el loco y el cuerdo, el paciente y el enfermero, pero todo había cambiado, el loco, los locos, ya no era más locos, y el cuerdo, los dos antes cuerdos, eran los más locos de locos. Los ahora lúcidos, acompañaron a los dos nuevos locos al sanatorio y se marcharon a recuperar la vida normal que nunca tuvieron. Hay quién sugirió la posibilidad del milagro, como en todas las situaciones inexplicables desde los albores del hombre, todo lo que no es capaz de comprender, el hombre que no se cuestiona nada, el que no es en realidad, verdaderamente hombre, todo ello, lo remite a dios. A cualquier dios, da igual el nombre, cultura o edad, todo es siempre cosa de un dios. En este caso, los nuevos cuerdos se ocuparon de apagar el milagro, nunca fuimos locos, así dijeron, nada ni nadie nos ha curado o salvado, nunca lo necesitamos, sabíamos quienes eran los locos desde siempre, simplemente, caímos por fin en la cuenta de ello. No admitieron más explicación, no dieron datos del dónde, ni del cuándo, todo lo que se sabe, se averiguó a partir de las suposiciones de los pocos interesados en el caso.

Y es en ese mismo sanatorio, en ese resguardo de almas trastornadas y mentes salvajes, se encuentra también otro de los casos “no físicos” más curiosos de todos. Es el hombre que vive sin alma, que dice vivir sin alma, siempre con frío, empeñado y atormentado porque dice haber perdido el alma un día cualquiera, cuando al doblar corriendo una esquina, sintió escaparse de él todo lo que era. Desde entonces, siempre ha insistido en lo mismo, en que su alma le fue robada y por más que intenta hacerla volver o regresar, nada ha funcionado. Fue su propia familia la que le ingresó en el sanatorio, harta de sus constantes gemidos nocturnos y los lloros constantes por ese “frío” que dice siempre sentir. Se da una particularidad en este personaje faltó de alma y son sus sueños, es una persona que es incapaz de soñar, él mismo lo dice así, pero es que los estudios realizados le dan la razón, su cerebro es incapaz de entrar en fase REM, es decir, duerme, de hecho duerme, pero sin llegar a dormir; su cerebro se deteriora a marchas forzadas por la falta de sueño reparador, sin que exista una explicación al caso, mientras, él, sigue insistiendo en que a su cabeza no le pasa nada, es su alma la que no está y es esa falta la que provoca todos sus males. Él, sigue teniendo frío, siempre el mismo frío.

Es, por lo curioso del caso, importante mencionar el caso de aquella pareja joven, feliz, enamorada como en un cuento, que estando al borde del matrimonio, cruzó aquella esquina, ese extraño pozo “engullelotodo”, en mal momento, en una mala hora. Doblaron aquella esquina queriéndose, amándose, para llegar al otro lado como desconocidos, casi enemigos, gritándose, odiándose; ni siquiera recordaban su nombre o como habían llegado allí. Soltaron sus manos y partieron cada uno por su lado con el gesto torcido y con el sentimiento de haber perdido el anhelo de algo antes constante, antes importante. Ese giro, en un momento preciso, se había llevado lo más precioso que una vez tuvieron, o puede que no, puede que simplemente se llevará aquello que les hubiera causado un dolor indescriptible en el futuro. Quién sabe, nadie podrá ya decirlo, todo lo que tuvieron, el amor, sus noches y sus caricias, se las tragó la nada en esa esquina precisa y avara, que pudo llevárselo todo, pero sólo se llevo su amor.

Son pocos los registros que hay de estos y el resto de casos relacionados con la esquina en cuestión, y en general, muy poco serios y minuciosos. Pero de esos registros, de lo más potables, se pueden sacar dos puntos en común: la estación o época del año en que se producen y las horas del día más propicias a la aparición de estos fenómenos. La época del año parece clara, todo parece coincidir siempre con el momento de situación más meridional del sol, el solsticio de verano. Nunca se sabrá por qué, pero parece claro que todo suele ocurrir entre el 21 y el 25 de Junio; no todos los años, no a cualquier hora. Y aquí es donde entra la otra coincidencia, la que refiere a la hora del día propicia para cualquiera de los fenómenos, siempre cerca de la noche, siempre al terminar el día; cuando uno muere para que otra viva, algo ocurre que perturba el orden natural de las cosas y convierte esa esquina, una esquina cualquiera de tu ciudad, que puede ser la mía, que quizá sea la tuya, en algo más allá de la comprensión humana, al menos, de lo que sabemos cómo humanos.

No hay que temer la esquina, es difícil la coincidencia de paso en los momentos “anómalos”, más difícil la coincidencia de que la esquina que atravieses al principio del verano, justo cuando el día decide marcharse, sea precisamente la esquina que nos ocupa. Por eso no se recomienda la alarma, ni siquiera que se recuerde todo esto, es un mero relato de alguno de los misterios que pueblan esta ciudad, esa que puede ser tu ciudad y que creías, erróneamente, sensible a tus percepciones mortales.

Quizá elijas sólo andar el línea recta desde el día 20 junio, o quizá, no doblar las esquinas por donde todo el mundo lo hace los primeros días del verano, puedes decidir incluso quedarte en casa y evitar que ese “algo” robe tu alma… Pero quién sabe si tu vida te permitirá tomar las precauciones adecuadas siempre. Quién sabe si serán realmente eficaces, ese día en que justo, tú mismo, puedas llegar a convertirte en parte de la historia de esa, que sería entonces, ya sin duda, tu esquina.

Sigue leyendo

Deja un comentario