Entrevista de trabajo

por Somnoliento

Te presentas,
me presento.
Me dices las tonterías primeras,
yo sonrío y las acepto;
tonto sonrío;
tonto, te creces.
Crees qué haces un trabajo,
creo que no haces más que el vago,
un teatro de vida
en una vida de teatro y pantomima.
¿Mis puntos fuertes?
Que bailo, al son que tu marcas,
al son de tu ego y tu mermado criterio.
Subjetivo, subjetiva, subjetivo.
¿Mis áreas de mejora?
No existen, son defectos,
y de tan profundos,
execrables
y horrendos,
es mejor no mentarlos.
¿Cuéntame lo que has hecho hasta ahora?
me dices, como si no fuera nada.
¿Todo?
Sí, todo.
Pues mira,
dieciséis años me pasé viviendo,
y al caso no vienen,
al caso, tu no los mereces.
En rojo, sexo, azul
y a velocidad absurda
pasaron los otros nueve;
quién los pillara,
quién los recordara por siempre.
De los seis siguientes mejor no hablamos,
agujero negro,
pozo sin fondo,
de tan malos,
caben en un curriculum,
ese de tus manos.
Curriculum, maldito latinajo,
maldito espejo mágico
en que escupo mi cara.
Y te fías de ello,
te lo tragas,
deglutes,
engulles como un pato.
Aunque sea falso,
aunque me luzca,
aunque te engañe,
pavo o pava,
ese soy yo, más no necesitas.
Qué importan las personas cuando tengo un curriculum,
qué importa quién seas,
esta cara de papel es lo que me interesa,
lo que necesito,
todo lo que quiero.
Mi tesoro,
tu cara,
tu futuro en mis manos,
¿qué más poder requiero?
Tienes razón, no “requieras”,
dame ya mi trabajo vacío,
mi sueldo basura

y dejemos de hacer el mono.

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