El tiempo se lo acaba comiendo todo

por Con Tongoy

Háblame un día. No estoy tan lejos. No para mí. Mike Bardulia no se siente tan lejos. Al menos en lo que al tiempo se refiere. Diez años no son nada, ¿qué serán ocho entonces? Pero no me hablas. Para ti los kilómetros, miles de ellos, que nos separan son una barrera infranqueable, una obligación para el olvido. Está bien, es imposible olvidarse. Ni tú ni yo vamos a olvidarlo nunca, por completo. Lo sé.

Pero no me consuela. Nada me consuela. Mike Bardulia es y será siempre inconsolable. El consuelo viene del conformismo, se puede vivir desconsolado. Se es más vivo sin consuelo. Uno siente más lo malo, qué remedio, así parecemos haber sido concebidos. Lo bueno es intenso, pero pasa, lo malo es dos veces más intenso y parece no pasar nunca. Y no estoy diciendo que esto sea malo. El olvido no es malo, el olvido puede ser muy bueno, hasta necesario. ¿No sé por qué hablo de algo malo? Me confundo yo solo,  tampoco es tan raro. Nos han separado siempre kilómetros, océanos y lenguas, entiendo que el olvido es una verdad que, atávica, cruje. No te culpo, como tampoco me culpo a mí por no olvidarte.

Y es que para mí la distancia importa poco, el tiempo algo más, pero tampoco mucho. Mike Bardulia vive en el pasado, porque el pasado siempre es mejor, porque el presente aún no se ha saboreado y el futuro es siempre incierto, casi falso. Sólo el pasado es, y el pasado somos, es lo que nos llevamos de todo, por tanto, no sólo nos define, nos concibe en sí mismo. O somos concebidos desde y en el pasado. No lo sé, pero en el pasado estás tú, difusa y transparente, pero eres tú. A veces corpórea, muy raras veces, sólo en las contadas ocasiones en que de tus caireles caen los olvidos, los del tiempo, pero sobre todo los del espacio. Estos últimos son los complicados, los necesarios; al menos para ti…

Mike Bardulia no te habla ya. No te hablo porque no tiene sentido arrodillarse ante las barreras que has impuesto desde la distancia. El recuerdo vivo lastima y endurece, pero el recuerdo latente, casi perdido, no es más que una sombra de la intensidad vivida. No hay sentido el revivir al recuerdo que pasea zombie en la memoria. No hay sentido en lacerarse, lo sé, pero yo lo hago, porque soy lo que soy, mi pasado, nada más. O todo eso. No da igual, pero qué más da…

Y no me quejo, no hay tristeza en estas palabras cogitabundas, es más un delirio de tus silencios. Silencios comprendidos y aceptados, hasta admirados, pero que para mí son irrepetibles, ¡e irreprochables! Mike Bardulia casi ni se acuerda. Tampoco hay razón para hablar. El mundo nos separará siempre, y el tiempo, porque si bien el tiempo es más salvable que el océano, en el océano no se diluyen, al menos, día a día, los colores que en tu boca destilabas. En el tiempo sí, el tiempo es irremediable, el tiempo se lo acaba comiendo todo, sin remisión. Y aun así, seguiré dichoso en mi desconsuelo, hurgando en la melancolía de vivir en el pasado.

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