El Homo Sapiens ha muerto, o está muriendo, como los Neandertales u Homo Neanderthalensis lo hicieran siglos atrás, ante la competencia feroz de una nueva especie mejor adaptada al medio. En este caso, el antiguo vencedor de estas luchas entre especies, el Homo Sapiens, se está viendo claramente superado por este nuevo Hombre de la Economía, u Homo Oeconomicae en su denominación científica.
La nueva especie, comenzó a desarrollarse como una variante del citado Sapiens, hace más de un siglo. Si bien en sus inicios, era prácticamente indistinguible de su rama principal, en los últimos 30 años y fruto de los cambios en el entorno, ha demostrado con claridad sus diferencias. Diferencias que le están permitiendo una mejor adaptabilidad al medio y, por tanto, una mayor y mejor tasa de supervivencia que su antecesor.
Si bien este nuevo Hombre de la Economía, no puede considerarse en términos absolutos, una mejor especie, su reducida conciencia y su casi total falta de conexión grupal, le está permitiendo desbancar la posición dominante que antes ostentaba su actual competidor. La conciencia comunal y la capacidad para solucionar los problemas de un forma racional e igualitaria, que permitieron al Homo Sapiens desarrollarse en el pasado, han demostrado ser cada vez más una lacra para la especie frente a los nuevos cambios en su hábitat. Cada vez más aislados y abrumados por el individualismo imperante, se ven expulsados de sus habituales territorios y confinados en espacios baldíos, separados de sus fuentes de crecimiento y desarrollo. Los valores y el sentimiento de hermandad que le han caracterizado durante siglos, al menos de un forma general, están siendo puestos a prueba por un entorno cada vez más agresivo, dependiente y sometido, en su mayoría dominado por los más grandes y decididos Homo Oeconomicae.
Ya no se apela más a su razón. La racionalidad y la conciencia han pasado de ser una ventaja competitiva frente al resto, a ser una carga imposible de desprender. La toma de decisiones no se basa más en la supervivencia del grupo, en el futuro de la especie. Las nuevas condiciones ambientales no permiten más priorizar sobre el bien común, obligando a razonar siempre con el dinero y el beneficio económico como objetivo primordial, antes que con la humanidad acostumbrada. Resultado, toda una especie alienada y siendo absorbida por otra, más capaz de pensar sólo en sí misma y en su beneficio individual a corto plazo. Otra especie más capaz de olvidar el futuro y su conciencia de grupo, en pos de la consecución de los nuevos objetivos, única y exclusivamente económicos, que su medio le exige.
Aun manteniendo un número, aparentemente elevado de individuos, el Homo Sapiens presenta un claro retroceso en términos de posibilidades de desarrollo y supervivencia. Su incapacidad para adaptarse a las nuevas condiciones, convierte a estos antiguos dominadores, en meros espectadores ante el avance imparable de la nueva especie. Prueba de ello es la incapacidad de las grandes comunidades de Homo Sapiens para sobrevivir por sí solos, siendo necesario, en la mayor parte de ocasiones, que miembros de esta nueva especie invasora, entren a formar parte de sus comunidades, dirigiéndolas y guiándolas, a través del nuevo contexto hostil.
El cruce entre especies ha sido, pues, inevitable, provocando desde hace años, el nacimiento de mestizos, en los que se ha podido siempre observar, una preponderancia del carácter Oeconomicae, frente al Sapiens. Como rasgo distintivo principal de estos nuevos mestizos, se observa un descenso exagerado del nivel de sensibilidad para con los miembros de su propio grupo y una tendencia al egoísmo y al individualismo, tan propios de los nuevos dominadores del sistema. Rasgos que, por otro lado, no hacen más que acentuarse con el paso del tiempo, al educarse estas crías ante ejemplos reforzadores y en el entorno adecuado para ello. La conclusión sobre estas observaciones, comprensible en términos de adaptación y evolución, es la situación de claro retroceso del carácter Sapiens, frente a su actual competidor.
El futuro para la antigua especie dominante es claramente negativo y su absorción por parte del nuevo grupo parece inevitable. Dejando un futuro aún más negro para el resto de habitantes del planeta, ante una nueva especie no sólo más nociva, sino completamente aislada de su papel en el mundo y en la cadena medioambiental.
La razón, privilegio o bondad evolutiva propia del Homo Sapiens, desaparecerá en unos pocos decenios, siendo sustituida por una seudo voluntad esclava del simple beneficio económico. Se ha hablado, pues, y tras analizar los escenarios globales posibles en siglos venideros, de una posible “involución” o “desevolución”, fenómeno que si bien no es habitual en la historia evolutiva, se ha demostrado posible. Máxime, cuando la más que posible especie superviviente, presenta firmes tintes autodestructivos, no sólo para con su propia especie, sino también, para con todo lo que le rodea. Una muestra más del efecto devastador de la acción humana sobre el medio ambiente y los seres vivos que lo pueblan, incluida, precisamente y como decíamos, su propio especie.