Nerviosas brillaron las nubes
cuando te toqué. Temblaba el ocaso.
No es tu recuerdo.
Tu cara no existe,
ni tus ojos viven.
Ni orejas siquiera tienes.
Es tu sonrisa,
la rosa y blanca,
la fuerte y roja,
torcida y brillante
y perdida y alcohólica.
Grande que sí son tus azules,
los ojos solos hundidos
de piel suave y bordes morados.
De los colores en la intimidad
surgen tus pechos colmados,
recuerdo del viento y del frío.
De tus humedades,
la mente prendida,
de tus fantasías,
mi cabeza loca.