¿Dónde quieres que mire,
si todo son lágrimas?
¿Qué luces dices que mire?
¿Qué soles, qué lunas?
No quedan sendas iluminadas
entre los vapores
de un mundo podrido y yermo.
Cubiertos del limo de la cómoda
indiferencia andamos,
extraños de nuestra
supina irresponsabilidad.
Dejamos limar nuestras garras,
dóciles insensatos,
condenando las ideas y la ira:
proscrito es ahora el que piensa,
condenado estará siempre el que sueña…
Alimentar su monstruo
debemos, con las monedas
del sudor y la sangre,
no comemos, no bebemos,
no pensamos, no luchamos…
De humanidad embotada
han labrado su fe pecuniaria,
son sus dioses, artificiales y humanos,
quimeras ungidas de olímpica
y hedionda indiferencia;
inhumanas esferas de miedo
han calado nuestros acciones,
sacos de ruegos y salmos somos,
no comemos, no bebemos,
no pensamos, no luchamos…
No hay luces en el páramo moribundo
por el que el hombre camina,
sembrado de los cadáveres
de sus hermanos,
nada se ve
bajo los árboles retorcidos
del dinero y la mentira.
Y a oscuras pasamos,
sin comer, ni beber,
sin pensar, sin luchar…
Y a ciegas vivimos,
no comemos, no bebemos
sino la brea de sus corazones;
no pensamos, no luchamos
sino para satisfacer
su insaciable estómago,
colmado de vidas.