Si bebo no es sólo para olvidar,
si no para acordarme de todo,
hasta lo perdido.
¿Qué es el recuerdo sino una forma de olvido,
de destierro del presente?
Beber es una necesidad,
igual que el olvido,
casi tanto como el recuerdo,
sólo que el recuerdo estaba antes de lo bebido.
El recuerdo nos saca del tiempo
y al beber no buscamos sino sublimar lo perdido,
lo que dejamos o tuvimos,
lo que pudimos y fuimos.
Yo no bebo para olvidar,
al menos no sólo,
yo bebo para escapar de mí,
unas horas, al menos.
Escapar de las normas y la tensión en mi cabeza,
escapar de los horarios,
las morales y las miradas;
escapar de mí, que es escapar de todo.
¿Qué hay de malo en escapar, un rato al menos?
¿Qué hay de malo en beber,
mucho, al menos, siempre que se pueda…
No es el alcohol de lo poco que nos queda
de libertades olvidadas,
de libertades que se pierden
sin que nadie, ni siquiera nosotros hagamos nada…
Hasta el matarse bebiendo nos prohíben,
hasta el beberse hasta el fin es ahora malo.
Ya no hay románticos que todo lo den bebiendo,
ahora sólo hay líneas y formas estrechas,
remedios y consejos sobre la vigilia,
ya no hay nada que sea puro,
salvo seguir bebiendo.
A pesar de todo.
A pesar tuyo.
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